13.7.08

La vida secreta de las plantas


Suicidios masivos en Central Park; una lluvia de obreros cayendo desde lo alto de un edificio en construcción o un plano secuencia exquisito, filmado a ras de tierra, en el que la pistola de un policía se convierte en una codiciada arma letal colectiva, son tan sólo algunos de los momentos, casi antológicos, del impactante inicio de El Incidente, el nuevo trabajo de M. Night Shyamalan.

Un virus es el causante del caos en un sector geográfico concreto de los Estados Unidos; un virus que provoca una serie inusitada de suicidios en todos los afectados. Nadie sabe a ciencia cierta que narices está ocurriendo. ¿Un ataque terrorista?, ¿pruebas bioquímicas realizadas por el gobierno? ¿o, sencillamente, se trata de una muestra de rebeldía por parte de la naturaleza? Sea lo que sea, el terror se ha apoderado de la población.

En esta ocasión, al igual que hizo en La Joven del Agua, el realizador hindú vuelve a dejar a un lado su característico giro argumental final para centrarse ante todo, en la imagen. Aparte de su claro canto ecológico a favor de un planeta maltratado que utiliza a las plantas de mediadoras con la Humanidad, si algo tiene de interesante El Incidente es su perfecto e indiscutible tratamiento visual. El tío sabe poner la cámara a la perfección; siempre encuentra el encuadre o el movimiento ideal para conseguir la tensión del espectador e incluso se salda, a lo lago de la proyección, con un par de momentos brutales y ciertamente inesperados, de los de poner los pelos de punta.

Otra cosa es su guión; un guión mínimo que, además de patinar por todas partes, pierde gas a medida que avanza su metraje hasta quedar encallado en sus últimos quince minutos. A veces, hasta sus diálogos resultan ridículos, tal y como ocurre en los (demasiados) momentos en los que entra a saco con la (innecesaria) historia de amor y desamor que viven sus dos principales protagonistas, un profesor de ciencias naturales y su esposa.


Mark Wahlberg es Elliot Moore, ese maestro de instituto que logrará descifrar las claves de tan mortal virus; un Mark Wahlberg descafeinado que, a pesar de su esfuerzos por sacar adelante su papel, da la impresión de no creerse en absoluto el personaje que le ha tocado en suerte. Aún y así, su renqueante interpretación se convierte en un trabajo ejemplar al lado de la patética composición de Zooey Deschanel, la actriz que da vida a su esposa Alma: Hacía tiempo que no veía una actuación tan penosa y limitada como la de esta chica.

Es una lástima que una buena idea como la que ha utilizado Shyamalan en su film y su excelente punto de partida, hayan sido tan mal aprovechados en su continuidad. Una idea que, en su puesta en escena, incluso mezcla (inevitablemente) ciertas referencias (horarias) al fatídico 11-S y, ante todo, al pánico que, desde ese día, sufren los neoyorquinos y, por extensión, el pueblo norteamericano.

Por cierto, ¿por qué, en esta ocasión, a James Newton Howard, compositor de la banda sonora, le ha dado por plagiar el tema de amor que escribió Bernard Herrmann para Vértigo?

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