29.7.08

EN RESUMIDAS CUENTAS: De favelas y descensos al infierno

Miseria, edificios ruinosos, barraquismo... algo huele a podrido en el ambiente. Militares y policías. Civiles con fusiles y metralletas colgadas al hombro. El tráfico de drogas y el de armas es el pan nuestro de cada día. Unos, los primeros, vigilan y reprimen, pero al mismo tiempo trapichean en beneficio propio. El sistema permite el abuso y con ello impulsa la corrupción entre su gente. Y es que, al sistema, le va como anillo al dedo la venta callejera y la muerte, sembrando así el estado del terror entre la población. La atmósfera siempre es la misma; cada nuevo día, sobre las favelas del cerro de Turano, el sol nace con idéntico mal fario que la jornada anterior. Ello lo saben de sobras los hombres que componen el BOPE, el Batallón de Operaciones Especiales de la Policía de Río que da nombre a esa Tropa de Élite que anuncia el título del film del brasileño José Padilha.

La cinta está enmarcada a finales de los años 90, justo cuando el Papa Viajero, Juan Pablo II, decidió acercarse hasta el país de la samba y alojarse, en su visita, en los aposentos del Obispo de Rio de Janeiro, a escasos kilómetros de la zona conflictiva citada; el momento ideal para que los cuerpos policiales hagan limpieza y se ensañen con los habitantes de las favelas... y es que un Sumo Pontífice no debe correr peligro alguno y, mucho menos, descubrir la guerra sin cuartel que se desarrolla al ladito de su accidental morada. La hipocresía de los grandes ha de ser respetada...

Tropa de Élite no es una película de buenos y malos; es, sencillamente, una película de malos y malos pues, en ese lugar, la policía y las fuerzas militares cruzaron la línea desde hace mucho tiempo. Una lucha a campo abierto, implacable y despiadada. La palabra escrúpulo no existe en su diccionario, tal y como reza a la perfección la filosofía de uno de los mandos de la BOPE, el capitán Nascimento (un perfecto Wagner Moura), un tipo que, a pesar de su bipolar personalidad, es capaz de instruir a sus nuevos reclutas mediante métodos que pondrían la piel de gallina al más pintado.

Un retrato descarnado sobre un modo de vida que, una década después de los sucesos mostrados en el film, aún sigue sin una solución viable. El alto nivel de corrupción policial y militar y el nulo respeto por la vida que por allí se destila, debería pasar ya a los anales de la historia más negra. Pero continúa. Y tal cual. El amigo Lula, a pesar de sus buenas intenciones, aún tiene un grave problema por resolver. A ritmo de thriller explosivo (y comprometido) José Padilha, con su interesante y escalofriante trabajo, ha colocado de nuevo la cuestión en el punto de mira.


Desde otro rincón de Sudamérica, en este caso de Colombia (aunque con una buena parte de producción mejicana), llega otro título mordiente y de temática sórdida. Se trata de Satanás, una cinta que introduce al espectador hasta lo más profundo de un oscuro e insano escenario. Y lo hace a través de tres personajes distintos quienes, a diferentes niveles, se verán marcados negativamente por las circunstancias que les rodean. Incomprensión, venganza, religión, ira y violencia se mezclan, a modo de cóctel envenenado, en el primer largometraje de Andrés Baiz.

Basado en la novela de Mario Mendoza, la cual se inspira a su vez en un suceso real acaecido en 1986, Baiz traslada la acción del caso a nuestros días, ofreciéndole al mismo tiempo un papel de oro a un sobrio y estremecedor Damián Alcázar, ese solitario Eliseo que se siente despreciado por la sociedad y con la que ajustará cuentas del modo más destemplado posible. Y allí, perfilando el camino tortuoso de Eliseo y en un escalofriante primer plano, se sitúa la influyente sombra de Mr. Hyde, el personaje más monstruoso y fascinante creado por la mente de Robert L. Stevenson.

En el personal viaje por el purgatorio que le ha tocado vivir, Eliseo no está sólo. Cerca de tan satánico personaje, aunque caminando por sendas distintas, se encuentran dos seres igualmente desarraigados: un sacerdote torturado por sus desatados instintos carnales y una joven muchacha que, para subsistir en medio de un mundo excesivamente hostil para ella, decidirá ingresar en el seno de una pequeña banda de ladrones callejeros. Tres seres que, unidos por el azar, compartirán un episodio final de lo más dantesco.


Un film ácido, sin una mínima gota de humor, que se muestra capaz de describir con acierto la personalidad de tres seres oprimidos y, al mismo tiempo, la de una sociedad en plena decadencia. Dolor, muerte, rabia y soledad; las constantes de un trabajo brillante al que, sin embargo, le falta un toque de solidez en su arquitectura narrativa y, ante todo, en su guión. Eso se nota, ante todo, debido a la poca consistencia con que estructura la convergencia final de los tres personajes protagonistas ya que, ante todo y en este aspecto, no resulta muy convincente. A pesar de existir ciertos temas que los concatena incidentalmente a lo largo de su (escueto pero contundente) metraje, no acaba de cuajar del todo. Pero, con sus pequeños defectos a cuestas, se trata de una ópera prima más que recomendable aunque, por su dureza, vaya destinada casi en exclusiva a un público curado de espantos y dotado de un estómago a prueba de balas.

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