De hecho, La Vida de los Otros supone el debut en el campo del largometraje de Florian Henckel von Donnersmarck, asimismo responsable del guión; un libreto estructurado con inteligencia, pero que sin embargo posee alguna que otra laguna en su interior y ciertos aspectos no muy creíbles a lo largo de su trama (y más teniendo en cuenta esa proximidad visual y narrativa al cinéma verité que ha querido adoptar). Errores, de todos modos, muy perdonables y compensados altamente por lo detallista de su historia, por el buen número de considerables interpretaciones y, ante todo, por el rigor histórico y descriptivo con el que afronta su mensaje.
La película se centra, principalmente, en el capitán Gerd Wiesler, uno de los miembros más capacitados de la Staci al que se le encarga una misión muy específica; la de vigilar, día y noche, al escritor teatral Georg Dreyman y a su compañera sentimental, Christa-Maria Sieland, una actriz de teatro en pleno éxito profesional.
La mirada del realizador analiza, con lupa, al sombrío personaje de Wiesler, un funcionario gris y anodino, un hombre solitario cuyo principal trabajo se basa en espiar a los de su misma especie. Una rata de cloaca que, en su cometido de voyeur sofisticado, empezará a correr el riesgo de identificarse demasiado con sus víctimas. Un papel funesto en todos los aspectos, aunque interpretado con una estoica sobriedad por Ulrich Mühe, un actor al que ya pudimos ver en un destacado papel en la irregular (pero bienintencionada) Amén del antes citado Costa-Gavras.
Por otra parte, la cinta muestra los movimientos de Dreyman, el escritor, quien, alertado por sus compañeros de la posibilidad de que la Staci esté registrando sus movimientos, se decidirá por jugar al gato y al ratón con sus vigilantes, construyendo, para ello, una peculiar función teatral –sin apenas moverse de su apartamento- en la que tendrá que formar parte su no muy convencida pareja. Sebastian Koch y Martina Gedeck dan vida, respectivamente, a ambos personajes. El primero le impregna un carácter muy especial a su (políticamente hablando) amargado literato, mientras que ella (a pesar del gran peso específico de su papel) carga con el rol más desdibujado de todo el film, ya que quedan muy poco definidos los ambivalente sentimientos y emociones que guían sus acciones.
Un film interesante, capaz de mostrar la frialdad de una época y de unos gobernantes igual de grises que el perfecto y adecuado tono de la fotografía empleada; una fotografía de colores apagados, en donde el azul y el rojo no tienen casi ninguna presencia. Una adecuada manera de retratar esos largos años, duros y gélidos, durante los que la Alemania del Este vivió de espaldas al mundo.
Un poco más de agilidad narrativa, limando algunas asperezas de su guión y con un final no tan pillado por los pelos, y La Vida de los Otros podría convertirse en un título modélico dentro del género.
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