12.2.07

Diamond forever

Diamante de Sangre, a parte del título de la última película del irregular Edward Zwick (cuyo mejor logro fue su colaboración en la serie Treintaytantos), es el termino (pluralizado) con el que Amnisty International -y otras entidades pacíficas y no gubernamentales- calificó a esos pequeños diamantes que, sacados ilegalmente de Sudáfrica a finales de los años 90, sirvieron para subvencionar su guerra civil y la compra de armas.

La película de Zwick se inicia en pleno conflicto sudafricano. Allí, dos personajes totalmente distintos, correrán todo tipo de aventuras y riesgos para conseguir un preciado diamante rosa, el cual podría cambiar el destino de sus respectivas vidas. Ellos son Danny Archer y Solomon Vandy, ambos nacidos en el mismo país aunque diferenciados por dos rasgos primordiales: el color de su piel y sus ambiciones futuras. El primero es un tipo sin escrúpulos ni ideología; un mercenario en el amplio sentido de la palabra. El segundo es un humilde pescador negro de la aldea de Mende, separado brutalmente de su familia por la guerrilla y obligado a trabajar en las minas de diamantes. En la búsqueda de la preciada joya se unirá una tercera persona, Maddy Bowen, una idealista reportera norteamericana a la que le costará mucho entender las razones por las cuales Danny Archer se embarca en tan peligrosa empresa.

La cinta tiene garra y está filmada mediante un ritmo endiablado, sobre todo en sus bien resueltas y numerosas escenas de acción. Su vibrante montaje y la capacidad visual que demuestra Zwick para orquestarlas, son las dos herramientas primordiales con las que logra ese acercamiento formal al cine de aventuras de toda la vida. Su constante cadencia narrativa es otro elemento que -evitando tiempos muertos e innecesarios- le otorga prestancia a un trabajo cuya principal virtud y pretensión es la de entretener. El mejor ejemplo de su espíritu aventurero se encuentra en la parte final, en la cual, tras asistir a varios momentos dignos del mejor cine de acción, la cámara acaba repartiendo sus imágenes entre Sierra Leona y la ciudad de Londres, los dos puntos geográficos que cerrarán la caza, captura y efectos sociopolíticos del ansiado diamante rosa.

La verdad es que Diamante de Sangre no aburre en absoluto. En ese aspecto, se merecería matrícula de honor. Lástima que, en una película de estas características tan loables, le falle sobremanera el guión, quedando varios puntos oscuros sin atar a lo largo de su proyección, empezando por el forzado personaje de la periodista: un personaje bastante desdibujado y que ha sido metido con calzador en medio de la historia. La reportera que ha de dar, por narices, su no muy creíble punto de vista ideológico y de denuncia política. Es innegable que su presencia en el film tiene muy buenas intenciones, pero jamás profundiza en sus posicionamientos e ideales. A buen seguro, Maddy Bowen fue creada por su guionista (Charles Leavitt) para darle un toque de cine comprometido a un producto de claras connotaciones comerciales pero, entre la insustancial interpretación de Jennifer Connelly y el no saber ahondar más en su presencia, ésta queda por completo fuera de juego.

Es cierto que Leonardo DiCaprio, en la piel del mercenario, realiza una labor excelente, la cual, sin embargo, sólo puede ser apreciada al cien por cien en su versión original, ya que el trabajo interpretativo del protagonista de Titanic se basa, ante todo, en su peculiar dicción. El acento con el que se expresa (una mezcla de ingles macarrónico y afrikaans afrancesado) bien le podría valer el Oscar a su nominación a mejor actor. De todos modos, me resulta muy difícil comprender a muchos espectadores que, tras verla doblada al español, opinan sobre su "brillante" actuación cuando, en realidad -si no fuera por esa pronunciación tan atípica y dificultosa-, el chico utiliza sus mínimos recursos de siempre para la creación física del impulsivo Danny Archer.

En contraposición al meticuloso esfuerzo de DiCaprio, está el histrionismo imparable del que hace gala Djimon Hounsou, nominado igualmente al Oscar aunque por la categoría de actor secundario. Y es que, a mi entero parecer, el hombre está totalmente pasado de rosca y, para demostrar sus dotes ante una cámara, aprovecha la menor ocasión para desmadrarse a gusto, ya sea llorando a través de gigantescos berridos o chillando como poseso.

Un producto renqueante, perfectamente realizado, pero que se queda corto en algunos aspectos muy concretos, siendo el ideológico el que más se resiente de ello, así como la poca ingeniosidad de su guión para clarificar ciertos matices políticos que se esconden tras los movimientos de DiCaprio y Honsou. Pero, a pesar de los pesares y como cinta de entretenimiento (sin más), Diamante de Sangre resulta una película ideal. Todo sea por el espíritu romántico de la aventura.

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