Es muy triste que algunos sin verla hayan prejuzgado En Tierra de Sangre y Miel, la ópera prima como directora de Angelina Jolie, tan sólo por una mera condición sexista. Y, al mismo tiempo, resulta curioso que ese notorio sexismo sea también una de las coordenadas de la película; una cinta que, ambientada en los años 90 durante el conflicto de los Balcanes, aparte de denunciar el simple posicionamiento de observador del resto del mundo ante la limpieza étnica que se llevó a cabo, manifiesta asimismo su repulsa ante las continuas vejaciones que sufrieron las mujeres bosnias.
A pesar de que en su guión y planificación se note su poco presupuesto y la nula experiencia de la actriz tras la cámara, no se puede negar que En Tierra de Sangre y Miel demuestra que la Jolie tiene los bemoles bien puestos al afrontar una historia tan fría y seca con pocas posibilidades, por su temática, de convertirse en un éxito de masas. De hecho, transcurrida una semana desde su estreno, ya queda en cartel en poquísimas salas.
Deudora de su clara postura ideológica y solidaria, centra su mirada en una tortuosa relación amorosa entre un militar bosnio y una de las mujeres retenidas por su ejército, una pintora a la que conoció poco antes de estallar la contienda. Dos personajes que, a pesar de estar muy poco definidos, le sirven a la realizadora para plantear las dudas de conciencia que atormentaron a muchos implicados durante la batalla.
Un grupo de actores oriundos de Bosnia-Herzagovina, más o menos funcionales, tiran adelante un proyecto irregular que se sostiene, ante todo, por su intencionalidad sobre unos hechos brutales ante los cuales la ONU optó por tomar un papel imparcial. De entre todos ellos valdría la pena destacar el efectivo trabajo de su protagonista femenina, Zana Marjanovic, y ante todo el del siempre consistente Rade Serbedzija, quien con su presencia y en la piel de un sanguinario alto mando serbio, eclipsa al resto del reparto.
Un producto que, pese a sus errores (como su precipitado final), resulta visible, interesante y arriesgado. Es una lástima que, de forma casi unánime, se le haya dado un tratamiento tan nefasto. Cosas más endebles y caóticas, pero firmadas por ciertos “intocables”, han salido mejor paradas. Pero ya se sabe: Angelina es mujer, tuvo la osadía de mostrar sus muslitos durante la ceremonia de los Oscar y, para colmo, nos recuerda una guerra y un exterminio que en su día quisieron ser ignorados. Y eso, en el fondo, para algunas mentes bienpensantes es imperdonable.
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