Ayer le di una nueva revisión a la excelente Nader y Simin, Una Separación, la gran y merecida ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa; una cinta perteneciente a una filmografía poco habitual en nuestros lares, como es la iraní, en la que su director y guionista, Ashgar Farhadi, plantea una historia universal marcada por la justicia, la religión, la enfermedad y, ante todo, por la fatídica Ley de Murphy.
La cinta parte de la decisión de Nader y Simin, un matrimonio que ante la imposibilidad de ver concedido el divorcio a través del juzgado deciden separarse de motu propio. Ella está empecinada en marchar de Irán para buscar mejores oportunidades; él en cambio opta por quedarse, en compañía de su hija Termeh, para cuidar a su padre, un hombre mayor aquejado de Alzehimer. La contratación de una mujer para cuidar al anciano durante las horas de trabajo, será el inicio de una serie de acontecimientos que desbaratarán los planes de la pareja en vías de separación.
Lo mejor del trabajo de Farhadi radica en su sólido y sorprendente guión; un guión lleno de giros argumentales, perfectamente tramados, que sustentan el negativo espíritu de la Ley de Murphy: si algo tiene que salir mal, saldrá mal. O sea: el primer tropiezo que se interponga en la nueva vida de Nader y la joven Termeh tan sólo será el inicio de una imparable espiral de contratiempos a cual peor. Una víctima propiciatoria, que carga en su conciencia con el peso de un pequeño error, al que le caerán hostias de todas partes. La hipocresía y la mentira, unidas a una religión castrante y una justicia de lo más arcaica y básica, le conducirán hacia un calvario de difícil resolución.
Las curiosas (y hasta alucinantes) declaraciones ante el juez, los enfrentamientos de Nader con el pendenciero esposo de la asistenta o el modo de acercarse a la relación de la joven Termeh con sus padres separados, quedarán para siempre retenidas en la memoria del espectador, así como las brillantes interpretaciones de un grupo de actores totalmente desconocidos para el público español.
Ágil y perfectamente narrada, la película retrata sin tapujos los problemas de una sociedad en exceso machacada por la fuerza de la religión, una ley desfasada y los asuntos morales. Y lo hace de forma humanista, sin falsas lecturas y apoyándose, ante todo, en el sentido común que esgrime el personaje más joven de la función, la hija de Nader y Simin.
¿Todos son culpables? ¿Nadie es inocente? Descubran los entresijos morales, religiosos y sociales que amaga uno de los títulos mejor trazados de una filmografía que aún nos queda demasiado lejana. No le hagan ascos y acérquense a esta separación. Una joyita, de verdad.
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