Desde que
Natalie Portman consiguiera el Oscar por
Cisne Negro, en España se han estrenado 4 títulos más protagonizados por ella. En menos de medio año, la chica está que no para. Pero cuidado, no nos engañemos: el trabajar a destajo nunca ha sido sinónimo de calidad. Y la prueba está en que, de los 4, solo el
Thor de
Kenneth Branagh (del cual
ya se habló desde esta página en su día) salva los mínimos de calidad exigidos.

Aún con
Cisne Negro en cartelera llegó
Sin Compromiso, una comedieja de un
Ivan Reitman en baja forma que plasma una sempiterna historia de amor muy en la línea (salvando las distancias) de
Cuando Harry Encontró a Sally, y en la que una pareja empieza sus relaciones sólo pensando en el sexo. Ella, la
Portman, no quiere ataduras de ningún tipo: su única intención es la de pasárselo bien en la cama; él, el inaguantable de
Ashton Kutcher, se apunta a la propuesta, pero pronto empezará a sentir algo más profundo por la mozuela. El rechazo, por parte de ella, no se hará esperar, mientras que él, por su parte, insistirá en buscar algo más que el polvete de rigor.
Lo mejor del film, incapaz de conseguir un buen gag en todo su metraje y denotando una ausencia total de química entre la pareja protagonista, se localiza en sus numerosas escenas de sexo, no muy explícitas pero si llegando al límite de lo que permite la moral del cine norteamericano comercial actual: algo similar a lo que sucede con la más interesante
Amor y Otras Drogas, producto con el que también (y de nuevo salvando las distancias) mantiene ciertos paralelismos. Más de lo mismo aunque, en el fondo, orquestado de forma ideal para que la
Portman luzca su (innegable) atractivo físico.


Coincidiendo igualmente en cartel con
Sin Compromiso y
Cisne Negro se estrenó, sin pena ni gloria (¡y no es de extrañar!),
El Amor y Otras Cosas Imposibles, una especie de telefilm de sobremesa, sin ningún tipo de garra, en el que la actriz interpreta a una madre que acaba de perder a su hija recién nacida y que, al mismo tiempo, deberá aprender a amar a su resabiado hijastro, fruto del matrimonio anterior de su esposo. Todo un culebrón, vaya.
Filmada con un año de anterioridad a los títulos ya expuestos, la cinta, dirigida por
Don Roos, se enfrenta de nuevo a una tradición que parece haberse puesto de moda en el cine de los últimos años: el dolor que supone para los padres la muerte de un hijo. En este aspecto,
Rabbit Hole, un film de
John Cameron Mitchell no estrenado en nuestro país y protagonizado por
Nicole Kidman (con nominación incluida al Oscar), resultaba muchísimo más eficiente y emotivo.


Justo ahora, hace un par de semanas, se ha colado en las salas la infumable
Caballeros, Princesas y Otras Bestias (el desorbitado título español del original
Your Highness), una (pretendidamente) alocada comedia ambientada en la Edad Media que alguna engañosa publicidad ha intentado comparar de modo alucinado con el universo de los
Monty Python. En ella,
Natalie Portman da vida a una heroína vengadora que aliará sus fuerzas a la de dos caballeros, un príncipe guaperas y su tontorrón hermano, para derrotar a un tipo dotado de poderes satánicos y así liberar a la secuestrada novia del primero de ellos.
Un desaguisado simplón que navega entre la comedia gruesa y el cine de aventuras fantásticas rodado para el total lucimiento de
Danny McBride, un mediocre actor cómico que en esta ocasión también está acreditado como guionista. Tal es su desmesura por chupar cámara que, a su lado, gente como la propia
Portman,
James Franco o
Zooey Deschanel, tan solo ejercen de simples comparsas. Y es que el tal
McBride, aparte de dar rienda suelta a su imparable histrionismo, realiza un recital sin gracia en donde el chiste chabacano se convierte en el gran protagonista de la olvidable función. Tan solo una única escena logró llamar mi atención: la de un viejo mago con tendencias sospechosamente pederastas. El resto, caca de la vaca.

Es de esperar que esa muchacha que nos deslumbró de niña ahora hace 15 años, en la interesante
Beautiful Girls del desaparecido
Ted Demme, vuelva a atinar con papeles y películas mucho más interesantes que lo que nos ha ofrecido desde que se hizo con la merecida estatuilla dorada por su excelente trabajo en el film de
Aronofsky. La esperanza es lo último que se pierde.
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