19.8.08

Potaje sabroso

Hay películas que son una inmensa chorrada pero que, en el fondo, resultan un entretenimiento mayúsculo para el espectador. Eso es lo que le ocurre, sin ir más a lejos, a la muy poco valorada Doomsday: El Día del Juicio, el nuevo experimento cinematográfico de Neil Marshall, el mismo que nos sorprendiera anteriormente con dos piezas interesantes dentro del fantástico:Dog Soldiers y la muy sobria e inquietante El Descenso.

En Doomsday, el hombre sigue aferrado al género en cuestión y afincado igualmente en la serie B aunque, en este caso, se lo monta desde un prisma calcadito al de los títulos de antaño; de aquellos en los que primaba la acción por encima de todo. El guión es lo de menos; casi ni hay, pero no se le echa en falta. Y lo mejor es que en absoluto molesta esa falta tan descarada de coherencia que denota en muchos de sus pasajes. Neil Marshall, de manera consciente, ha orquestado su trabajo como si se tratara de un inmenso puzzle delirante y trepidante en el que, bastante a lo bruto, apila un montón de referencias cinéfilas. Y es que precisamente, en esa falta de delicadeza narrativa y técnica, radica lo más tentador del potaje.

Díganle referencias; díganle copias... Sea como sea, Domsday es un divertimento en estado puro, realizado sin pretensiones, sazonado con unas gotitas de gore light y destinado, en general, a la única y honorable función de hacer pasar al público un rato agradable, tal y como hizo John Carpenter, en su época, con el intachable 1997: Rescate en Nueva York, título con el que guarda multitud de puntos en común. Ese Serpiente de ojo parcheado, al que daba vida Kurt Russell, ha sido sustituido por una guapísima heroína de cuerpo espléndido y con ojo de cristal incluido. Ella es la aguerrida comandante Eden Sinclair, una mujer todoterreno que, en su infancia, en el 2008, logró cruzar la frontera a bordo de un helicóptero y refugiarse en Londres, al otro lado del mapa, justo cuando su tierra natal, Escocia, era aislada del mundo tras ser machacada por un virus letal. Criada en el seno de un Cuerpo Especial de la policía londinense, en su madurez será la elegida para adentrarse en su demolido país y, capitaneando un grupo de guerreros seleccionados, iniciar la búsqueda de un posible anticuerpo por las calles de un Glasgow plagado de tribus urbanas y caníbales.


En Doomsdey, aparte de la innegable belleza de Rhona Mitra (dando vida a la indestructible Eden), se pueden encontrar con un poco de todo... excepto seriedad. La seriedad no existe en la propuesta de Marshall. El truco se localiza en su espíritu aventurero y en dejar al espectador el tiempo justo para tomarse un respiro entre mamporros, explosiones y alguna que otra decapitación. La cinta pilla de aquí y de allá. A veces lo hace en forma de guiño cinéfilo; otras, la mayoría, calcando a la descarada aspectos de viejas (y modernas) cintas muy reconocibles, aunque dándole siempre un toque de ingenuidad que la hace altamente divertida y recomendable.

El citado Rescate en Nueva Yor; su (flojísima) secuela ambientada en Los Angeles; las connotaciones visuales y técnicas del primer Resident Evil; cierto aire a la reivindicable serie televisiva El Tunel del Tiempo, el inevitable toque a lo 007 y un mucho de Mad Max, componen un film que no brilla precisamente por su originalidad, pero sí por su modo de enfrentar un tipo de cine en nada sofisticado y creado con la única y sanísima intención de entretener.

... Y si de paso sale la Mitra, mejor que mejor.

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