Ayer, paseando por el barcelonés barrio de Gracia con motivo de su Fiesta Mayor, me di de bruces con ELLOS. Allí estaban los dos, Santo y Blue Demon, convertidos en motivo principal de una de las habituales calles engalanadas de ese pequeño y entrañable rincón del mundo. Ambos resucitados y a gran tamaño. Tanta majestuosidad me dejó desorientado, con la boca abierta y las piernas temblorosas. Ante ELLOS perdí el oremus e incluso, durante unos minutos, quedeme perplejo y sin la facultad del habla. Pasito a pasito, no sin cierto temor, me acerqué a Santo, y acariciándole suavemente le agradecí las innumerables horas de delirio que dejó filmadas para bien de la Humanidad. Acto seguido, hice lo mismo con Blue Demon, no fuera que se pusiera celoso.
¿Y saben lo más surrealista de todo ello? Mi santa esposa nació en la misma calle que durante varios días ha estado tomada por esos gigantones mejicanos. De ello hace ya muchos años... aunque ella, un poco molesta, insiste en que del evento de su nacimiento no hace tanto tiempo como el que pretendo insinuar. En el fondo, la buena mujer tiene toda la razón del mundo: tanto ella como yo aún somos unos críos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario