Con La Venus de las Pieles, Roman Polanski repite un
tanto la estructura de su film anterior, Un Dios Salvaje ya que, al igual que
éste, se basa en una obra teatral, adaptando para la ocasión el libreto de
David Ives que, a su vez, se basa en la novela de Leopold von Sacher-Masoch, el
llamado padre del masoquismo, un tema que, sin lugar a dudas, le va como anillo
al dedo al realizador.
La película, en ningún momento esconde sus orígenes
teatrales. Es más, las intenciones del director de Chinatawn es potenciarlos al
máximo. Por eso, no es de extrañar que toda la acción, protagonizada por dos
únicos personajes, transcurra en el interior de un viejo teatro parisino
mientras, en el exterior (tal y como nos muestra su cámara en un largo
travelling de apertura) diluvia sobre las calles de la capital
francesa.
Dentro del teatro, con el aforo totalmente vacío y
el escenario aún con los decorados a medias de la obra que se representa en la
actualidad, se encuentra el agotado Thomas, el autor y director de la obra en
la que está trabajando para su estreno. Acaba de terminar una dura jornada de
casting para dar con la protagonista femenina de su pieza. No ha habido
suerte y se dispone a abandonar el local cuando, de repente, por la puerta
principal asoma Vanda, una mujer que, empapada por la lluvia, pretende hacerse
con el papel. El tira y afloja entre los dos personajes tan sólo acaba de empezar.
Él no quiere perder más tiempo con una nueva prueba y, aparte, considera a la
recién llegada demasiado bastorra para el papel; ella, a pesar de la negativa
del director, está dispuesta a demostrar sus dotes de actriz por todos los
medios.
La Venus de las Pieles no es más que un divertimento
perverso (tal como mandan los cánones en el cine de Polanski) de alta
envergadura, en donde el personaje masculino, casi sin darse cuenta, sucumbirá ante el juego que le propone una Vanda camaleónica que, de ser una mujer chabacana,
pasa a adoptar varios roles totalmente distintos, a cual más embriagador y
sorprendente: de sometida a dominante, de seductora a seducida, de inocente a
astuta... Todo vale en la personal representación del papel que le demanda
el autor.
Un inquietante juego de espejos que salta de la
comedia al melodrama, y viceversa, en numerosas ocasiones. Polanski, con el
tête a tête de sus dos protagonistas, deja fluir todos los fantasmas y
obsesiones que se han ido acumulando a lo largo de su filmografía. Al igual que
en la mayoría de sus películas, está dotada de ese toque claustrofóbico
tan habitual en su cine y es que, en esta ocasión, tanto Thomas como Vanda se
ven atrapados en el interior de un espacio cerrado del que no están dispuestos
a salir así como así. Dos almas en pena y en constante ebullición aferrados a un
duelo en donde el sexo, el fetichismo, el machismo, el feminismo y, ¡cómo no!,
el masoquismo, se convertirán en sus principales constantes.
Para darle más morbo a la historia, el realizador
polaco le ha confiado el papel masculino a Mathieu Amalric, un actor de características
físicas muy parecidas a las del propio Polanski quien, a través de un sinfín de
diálogos brillantes y situaciones de lo más retorcido, se ha de batir en un
duelo dialéctico y enigmático con la que, en la vida real, lleva años
compartiendo su vida sentimental con el director, una espléndida Emmanuelle
Seigner (aún atractiva a pesar de sus 48 tacos) y a la que, mediante la
sorprendente Vanda, su compañero le ha regalado uno de los mejores papeles de su carrera;
una Emmanuelle Seigner, intrigante y fascinante, dotada de un fuerza interpretativa ciertamente
deslumbrante.
Un extraño pasatiempo del que sólo podrá salir un
único ganador. A pesar de que muchos se empeñen en decir que se trata de un
Polanski menor, déjense llevar por la tormenta física y psicológica que se
establece entre un autor y su posible actriz. Todo vale en el cambio de roles
que, a lo largo de su controlado metraje (no más de hora y media), nos propone
el gran Roman Polanski. Eso sí: imprescindible disfrutarla en su versión original subtitulada.
3 comentarios:
vaya, pues según dice usted, me recuerda algo a Interview, aquella peli con Steve Buscemi y Siena Miller. Aunque supongo que está será mejor y más enfermiza.
Consejo de amigo: no vayan a ver "Robocop" si aprecian las originales.
Pues sí, don caligula, esta tiene un algo de Interview, aunque busca otros propositos.
De verdad, Sr. Lechero, que no me apetecía mucho ver un remake de Robocop. De todos modos, gracias por el aviso, buen hombre.
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