Nebraska, junto con el anterior trabajo del
director, Los Descendientes, confirma a Alexander Payne como uno de los
realizadores con más personalidad del panorama norteamericano actual. Fiel a su
particular estilo, en donde se baraja con efectividad el melodrama con un muy
peculiar sentido del humor, acerca al espectador al viaje que, un padre con síntomas
de senilidad y su hijo, inician por carreteras de Norteamérica para llegar hasta
Lincoln (Nebraska), lugar en donde el primero pretende cobrar un presunto
premio de un millón de dólares que le ha sido comunicado a través del correo
postal: un timo como otros tantos del que el buen hombre, tozudo como nadie, no
quiere ni oír hablar. Un camino que se verá salpicado por diversos incidentes y
que incluirá una parada en el pueblo natal del anciano, en donde serán acogidos
en casa de unos familiares.
Arropando a su historia con una efectiva fotografía
en blanco y negro, aparte de mostrar un emotivo retrato del redescubrimiento de
un padre por parte de un hijo que se había alejado de él, Nebraska significa un
tierno retrato del modo de vida de esos personajes que conforman la América
profunda; esa américa marcada por los silencios, las granjas, los graneros y el
alcohol, sobretodo demasiado alcohol. Y a pesar de su pretendida dureza, enmarcada
a la perfección dentro de los tonos grises de su imagen, Alexander Payne no
desdeña en ningún momento aproximarse a ellos a través de un encomiable (aunque
socarrón) toque de comedia.
Una road movie distinta que, cocinada a fuego lento,
saca a la luz las miserias de una familia que nunca vivió tiempos mejores.
Odio, amor, insolencias y también, por qué no, un mucho de ternura. Un poco de
todo para definir el espíritu de los Grant y sus numerosas ramificaciones
familiares y, ante todo, en la plasmación de la relación establecida entre el
viejo Woody y su hijo menor, David (excelente Will Forte), un joven dotado de
un gran corazón.
Y allí, colocado en el epicentro de la película, el
gran Bruce Dern quien, a sus 78 años de edad, se ha metido en la piel del
testarudo y borrachín Woody para componer a uno de los mejores personajes de su
filmografía. Una interpretación que, a buen seguro, le podría valer un
merecidísimo Oscar.
3 comentarios:
Es curioso que el gran género de la road movie haya quedada para el cine independiente (si es que queda algo de él en estos tiempos).La gran tradición americana de cine de carretera y motel.Me considero un gran fan de este grandioso género.Desde En la carretera de Kerouac,pasando por Lolita,Psicosis,Mi vida es mi vida,Dirección asfaltada hacia dos direcciones,y,la más reciente Flores rotas y esta última que reseñas tan bien. La road movie no es precisamente un género donde se sitúa la cámara dentro de un coche enfocando un paisaje y poniéndole una música resultona. Esto se ha llevado hasta la saciedad y son malas películas.La road movie comienza,precisamente cuando el coche se detiene.
Bruce Dern está magnífico.Precisamente el otro día me dio por ver de nuevo No matarás al vecino y el puñetero está maravilloso haciendo de facha y pisando una mierda cuando sube la bandera americana en su jardín.Y en Naves misteriosas y en la última de Hitch...
Buen fin de semana.
Es que Entre Copas me aburrió taaaaaaaanto. Y Election me pareció tan absurda y con un final de porque sí... que creo que esta me la pierdo, que mi tiempo y mi dinero son limitados...
Pues hará mal en perdérsela buen hombre.
Yo tampoco soy muy fan de Entre Copas, que digamos.
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