Con dos largos años de retraso ha llegado a España Shanghai, un invento de la Weinstein Company que, ambientado en el Shanghai de los años 40 pocos días antes del ataque a Pearl Harbour, nos acerca hasta una intriga en la que un espía norteamericano, fingiendo la personalidad de un periodista recién llegado de Berlín, investiga el asesinato de un compañero.
Lo mejor de la película es, sin lugar a dudas, el
provecho que saca de su cuidadísima escenografía, así como su fotografía, y más
teniendo en cuenta que se trata un producto filmado con un presupuesto más bien
escaso. Su guión, aparte de rocambolesco, poco original y extremadamente
previsible, se me antoja lo más flojo de la cinta, junto con el nada estimulante trabajo
de un John Cusack al que cuesta creer en la piel de un espía.
Shanghai, por su trama, bebe directamente de
películas como Casablanca o Havana, aunque nunca logra la fuerza de
sus predecesoras, ya que precisamente la historia de amor jamás acaba de funcionar. O sea, un toque pasional en medio de un escenario
revuelto por culpa del caos político y social imperante. Una ciudad
multicultural en donde la resistencia china daba continuos quebraderos de
cabeza al dominio nipón. Y allí, en el ojo del huracán y atrapado por la personalidad de Anna -una
luchadora de la resistencia casada con un gánster local-, está el agente
norteamericano Paul Soames, un hombre que se debate entre el amor por ella y la
causa que defiende.
Aún con sus defectos a cuestas -que son muchos y molestos
(como esa empalagosa y facilona voz en off del personaje de Cusack)-, Shanghai
entretiene. Se ve y, tal como se ve, se olvida a los cinco minutos. De consumo
rápido. Un fast food cinematográfico del que, interpretativamente hablando,
vale la pena resaltar la profesionalidad con la que una guapísima Gong Li hace
suyo el personaje de Anna, así como la eficiencia con la que Ken Watanabe asume el rol
de Tanaka, un frío y perverso oficial de la inteligencia japonesa capaz incluso
de tener algún que otro destello de humanidad. En cambio, Chow Yun Fat, al
igual que John Cusack, afronta la personalidad del mafioso Anthony Lan-ting con un
desapego alarmante, como si no creyera demasiado en la película.
2 comentarios:
A mi señora y a mí nos gustó bastante, aunque tuvimos que irnos a unos multicines poco transitados para verla. El Juanito Cusack tiene un par de poses a lo Bogart donde las comparativas son odiosas y ¿no le recordó a ratos, maese Spaulding, al Loto Azul de Tintín?
Pues, la verdad, es que no. Estaba viendo, en todo momento, Havana, del Pollack.
Publicar un comentario