Ante un film tan basurero como éste, lleno de planos y escenas imposibles, el único entretenimiento para el espectador estribaba en descubrir cual de los pésimos actores de su elenco resultaba el peor de todos. Una cuestión francamente difícil de resolver, por no decir imposible. La verdad es que, ante tamaña y risible ignominia de aspecto visual cercano al de las pelis pornos setenteras, cuesta creer que, con el paso de los años, el amigo Romero se haya convertido en un director de culto. Hacer siempre la misma película, con mayor o menor fortuna, ha sido siempre su truco (o, mejor dicho, su gran engaño). Está claro que, en muchas ocasones, el mundo del Séptimo Arte está directamente orquestado para el disfrute de impostores.
No contento con haberla filmado (y castigado a las plateas) en una ocasión, ahora, casi cuatro décadas más tarde, el cineasta se disfraza de productor ejecutivo y, contando con un tal Breck Eisner en la dirección (todo un hombre de paja), se embarca en el remake de tan pésima cinta. El título es idéntico,The Crazies, y sus constantes son bastante similares aunque, por el camino, se haya perdido el espíritu políticamente incorrecto que lucía en su puesta de largo.
En este caso, sus dos protagonistas principales, una pareja compuesta por el sheriff y la doctora de la localidad, al menos están interpretados por dos rostros conocidos, lo cual no quiere decir que lo hagan bien ya que, seguramente influidos por las actuaciones del film primitivo, también están de lo más patético. Él es Timothy Olyphant (Hitman) y ella Radha Mitchell (Melinda y Melinda).
Si en algo positivo se diferencia de la original radica en que su planteamiento inicial resulta ciertamente brillante y tentador. A partir del mismo, los desaguisados son iguales e incluso mayores que en la del 73, recurriendo incluso a la repetición de algunas de sus escenas aunque, en general y por su pinta de road-movie, termine por asemejarse mucho más (pero en malo) a Infectados (Carriers), el eficiente título norteamericano que, dirigido por los hermanos catalanes Álex y David Pastor, se acercaba igualmente al fin del mundo tras los devastadores efectos de una pandemia vírica. Y es que, más que una influencia, por momentos, da la impresión de tratarse de un calco descarado de la misma.
A pesar de ser técnicamente superior a la primera (un mérito mínimo teniendo en cuenta los avances actuales en el campo de los f/x), su estructura es idéntica a ella. Una vez sobrepasados los minutos iniciales, The Crazies entra en una imparable espiral de precipitaciones narrativas. El factor tiempo/espacio deja de existir con la única finalidad de que su protagonistas, tocados por su pútrido y vacío guión, se muevan a su libre albedrío por los distintos escenarios de la historia.
Un remake tan innecesario como estúpido. Con una única fantochada teníamos más que suficiente. Si no quieres caldo, dos tazas.
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