29.12.08

Navidades a la romana

Desde el día de Navidad que no he podido hacer nada. Tengo que preparar la lista de lo mejor y lo peor del año y aún no me he puesto en ello. Y es que, en realidad, he sido secuestrado e inmovilizado por dos extraños personajes que atienden por Lucius Vorenus y Titus Pullo, un par de amigos brutotes que, según cuentan malas lenguas, habían servido en las filas del ejército de Julio César, concretamente en la XIII Legión.

Había oído hablar de ellos, pero hasta el pasado día 26 no les conocí en persona. Las referencias que tenía sobre ellos eran buenas, muy buenas. Y, a pesar de haberme paralizado durante la friolera de tres largas jornadas, les puedo asegurar que tales referencias son muy ciertas.

La culpa de este rapto se la atribuyo a mi cuñado absence y a mi hermana quienes, siguiendo los atinados consejos de don Luis Aguilé, aparecieron con sus dos churumbeles por mi casa esta Navidad. Tal y como manda la tradición, me portaron un presente envenenado: un pack con las dos únicas temporadas completas de la serie Roma. Doña Fili y un servidor, al día siguiente, como posesos, decidimos introducir el primero de los deuvedés en el reproductor. Y, desde entonces hasta ahora, no hemos parado de devorar las aventuras y desventuras de Vorenus y Pullo. Es más, justo ayer, finiquitábamos el último episodio de la primera temporada e iniciábamos, casi sin descanso, el saboreo de la segunda.

La Roma de Julio César y Pompeyo al desnudo, a lo bestia. Conspiraciones, contiendas y mala leche; sobretodo lo último, mucha mala milk. Sed de poder y un fuerte tufillo a Los Soprano en el seno de las familias de la Atia de la casa Julio y de la Servilia de la casa Junio, un par de malas pécoras de armas tomar: la una es sobrina directa del César; la otra es su ex amante, una mujer repudiada y vengativa. Tanto cinismo y politiqueo sólo lleva a que rueden demasiadas cabezas. La orgía del gore está servida y los esclavos deberán presentarla en bandeja de plata. ¡Pero qué bien decapitan estos romanos!

Y los guionistas, que son muy cachondos, se propusieron respetar los hechos históricos aunque tergiversando el origen de la mayoría de ellos pues, amparándose en el llamado efecto mariposa, éstos son provocados (en mayor o menor medida) por los movimientos de Vorenus y Pullo, los dos personajes ficticios protagonistas que, con sus acciones, van delimitando sus propias vidas y el rumbo del Imperio Romano.

Miseria y lujo. Bacanales y hambre. Suciedad, lujuria, polvo y polvos. Los últimos, tanto en el interior de los burdeles de mala muerte como en las ampulosas estancias de la gente bien. De vez en cuando, algún que otro escarceo al aire libre, que siempre está bien que los bajos se refresquen... Ahora con una pastorcilla, ahora con la opiómana de la Cleo, ahora con la pendona de la Atia... Pollas y coños; tetas y vaginas. El dios Lesbos también tiene su rinconcillo. Y, entre tanto manjar exótico, se huele la presencia de un hombre de (gran) cine como John Milius.

Julio César ya ha sido apuñalado en el senado. Brutus y sus acólitos se han salido con la suya. El jovencito Octavio sorprende a propios y a extraños. Al chuloputas de Marco Antonio le toca iniciar la nueva partida. Empieza la segunda temporada... ¡y yo con estos pelos!

Pues eso, que aún sigo abducido por estos locos romanos.

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