El nada atractivo cartel publicitario para la exhibición española de Un Gran Día para Ellas (alucinante traducción del original Miss Pettigraw Lives For A Day) no le hace ninguna justicia a la película; una cinta cocinada con todos los ingredientes de la comedia clásica de los años 40 y 50 y, de pasada, con unas poquitas gotas de ese fino humor inglés que destilaban los productos de la casa Ealing. No en vano, su director, el hindú Bharat Nalluri, rodó buena parte de ella en los estudios londinenses de la mítica productora.
Basada en la novela de la escritora Winifred Watson y ambientada en un Londres a punto de verse sacudido por los envites de la Segunda Guerra Mundial, la cámara nos acerca a un día muy concreto de la vida de Miss Pettigrew. La buena mujer, debido a su temperamental carácter, acaba de perder su último empleo como institutriz. Sola, en plena calle, sin un techo bajo el que cobijarse y de manera un tanto truculenta, conseguirá trabajo como secretaria personal de la joven Delysia, una muchacha desvergonzada y dispuesta a todo con tal de alcanzar la fama en los escenarios del West End. A pesar de sus distintos caracteres, entre las dos convertirán lo que parecía una jornada desastrosa en un día inolvidable.
Iniciándose a modo de vodevil (excelente el primer encuentro entre las dos mujeres en el apartamento de Delysia), con puertas abriéndose y cerrándose a todo ritmo, el film define a la perfección a sus dos personajes femeninos principales. Cuatro frases bien medidas son más que suficientes para que el espectador sepa de qué pie cojea cada una de ellas. Una está educada bajo un estricto catolicismo; la otra es una frívola y una trepa de mucho cuidado... aunque ambas, mediante estrategias diferentes, luchan por sobrevivir en un mundo que les es hostil. Y aquí, justo en esta relación a dos bandas, surge esa química indispensable para que una buena comedia como ésta funcione a la perfección. Y es que las dos actrices que les dan vida están insuperables. Siempre al límite de la sobreactuación, pero jamás cayendo de pleno en ella. Al límite, rozándola, como mandan los cánones del género.
Una imponente Frances McDorman (¡hacía tiempo que esta gran señora pedía un buen papel!) es la encargada de dar cuerpo a esa Pettigrew que, sin salir de su asombro y en pocas horas, pasa de la miseria más absoluta al lujo más rimbombante, mientras que una divertida y acelerada Amy Adams -esa rubita que saltó a la fama gracias a ese divertimento de la Disney llamado Encantada- corre con el rol más desmadrado, el de la libertina y poco escrupulosa Delysia.
Del bodevil (con claros guiños al mundo del teatro), abre sus miras, introduce nuevos personajes (todos perfectamente trazados en su presentación) y entra de lleno en la típica comedia de enredos con un suave y tierno toquecito emotivo (aquí no negaré que, en la última escena, hasta solté una lagrimilla). En un producto de esta índole, queda claro que los problemas del corazón no podían faltar. Se va de pasarelas y de guateques exclusivos para la jet set, atreviéndose incluso con un esmerado (aunque pequeñito) guiño al cine musical. Y nunca, nunca, cae en la astracanada. Su sentido del humor es de una sutileza envidiable, sobre todo en los diálogos que atañen a la Miss Pettigraw del título original, una anti Mary Poppins de mucho cuidado.
Los tópicos no faltan, pero están metidos en la trama a la perfección. La mujer pérfida y de ideas retorcidas (brillante Shirley Enderson en plan bruja malvada) o el hombre de buen corazón (Ciarán Hinds, majestuoso en su porte a pesar de su cara de pocos amigos), entre otros muchos caracteres, siguen fieles a su cita dentro del género y, con su presencia, dan aún más empaque a un guión y a una realización que sabe ir al grano en todo momento. Lástima que, de vez en cuando, al director se le va un poco la bola y se extralimita con innecesarios (y petulantes) movimientos de cámara. Un "pero", este último, totalmente perdonable vistos los resultados finales.
Una comedia fresca, vibrante, llena de nervio y con diálogos y situaciones inteligentes; como las de antes, sin más. Y, al mismo tiempo, un ejemplo indiscutible para aquellos que siguen diciendo que, en la actualidad, no se escriben papeles interesantes para mujeres.
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