4.10.16

Paja mental


Ya han pasado 10 años del estreno de El Libro Negro, la curiosa visión, a ritmo de tebeo, del realizador Paul Verhoeven sobre Segunda Guerra Mundial. Ahora, siguiendo apartado de los lares de Hollywood, regresa desde Francia con Elle, una cinta nada convencional, que navega entre el thriller más viscoso, la comedia negra y ácida, la amoralidad y, como plato fuerte de la función, una disección gélida del mundo de la familia y de las relaciones sociales.

La cinta se abre con una escena tan seca como contundente, la de la violación de Michèle dentro de su casa y ante la atenta mirada de su propio gato; una mujer (en teoría) triunfadora y que ostenta un cargo directivo en una empresa dedicada al universo de los video-juegos. De carácter osco, decidirá no denunciar el hecho a las autoridades, aunque no descartará una posible venganza.


La historia, en un principio, promete. Isabelle Huppert está magnífica, atronadora, aunque un tanto siguiendo los mismo cánones del personaje que interpretara para Michael Haneke en La Pianista. Todo parece indicar que estamos ante una película magnífica, pero Verhoeven decide salirse por la tangente y abrigar esas mismas atmósferas enfermizas que envolvieron sus primeros trabajos cinematográficos. Delicias Turcas y El Cuarto Hombre vuelven a salir a flote. Vaya, que el director holandés quiere demostrar que, a pesar de sus devaneos norteamericanos, aún sigue siendo un AUTOR, con mayúsculas.

Y es allí, justo en esas ansias autorales, que al hombre le da por obsequiarnos con una paja mental en la que se propone abarcar (y salpicar) un montón de aspectos sociales de armas tomar. Y, lo único que consigue, por mucho cinismo que intente verter en la historia narrada, es aburrirme soberanamente.

De la venganza, pasa a un relato en donde el sadomasoquismo se convierte en su protagonista más absoluto (en claro homenaje al cine del ya citado Haneke) para, de golpe y porrazo y cerrar la cinta (un tanto precipitadamente), vuelve a recuperar el tema de la venganza. A Verhoeven se le ha ido un tanto la olla y algunos (muchos) intentan ver en ella una película de culto; o sea, de las que recaudan poquísimo en taquilla y con el paso de los años adquieren un pedigrí desmesurado.


Es innegable que, a pesar de su descarado interés en captar la atención del público más gafapastoso, el tipo sabe colocar la cámara. Momentos como el de la violación inicial o ciertos pasajes que no voy a desvelar, poseen el sello y la firma de un gran director, así como la interesante subtrama del pasado oscuro de la familia del personaje de una Isabelle Huppert inmensa que, por derecho propio, se convierte en lo mejor y más atractivo de Elle.

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