23.3.14

Bienvenidos al Norte


Ocho Apellidos Vascos es la comedia española de moda. Y además se lo merece, tanto por su frescura como por su ritmo narrativo y la cantidad de gags y situaciones jocosas que contiene. Dirige Emilio Martínez Lázaro, un hombre especializado en el género que, desde que se había alejado de él, no daba pie con bola. Ahora, apoyado en el guión por gente como Borja Cobeaga y Diego San José, ha vuelto a urdir una historia ingeniosa que tiene, como principal referente, a la francesa Bienvenidos al Norte.

Su argumento es extremadamente sencillo, aunque efectivo. Se trata de juntar dos polos opuestos: un andaluz y una vasca, ambos de pura cepa y con la cultura y las costumbres propias de su tierra muy arraigadas. El atiende por Rafa, ella por Amaia. Ella detesta toda señal de españolismo; él disfruta con el folklore y la marca España. Ambos coinciden en Sevilla de forma accidental y, a pesar del repelús mutuo inicial, algo indica que podrían funcionar como pareja. Ni corto ni perezoso, cuando ella regresa a su pueblecito en Euzkadi, Rafa decide liarse la manta a la cabeza y viajar hasta el lugar para iniciar el flirteo... aunque tenga que hacerse pasar por vasco antes los familiares y conocidos de Amaia.


A pesar de ser un producto construido a golpe de tópicos, la cosa tiene su gracia. Los utiliza de forma correcta y siempre en el lugar y momento precisos, consiguiendo de este modo algunos chistes ciertamente celebrados que ayudan a digerir como la seda un producto que, a priori, podría haber sido de lo más previsible y estándar. De hecho lo es, pero su soltura narrativa y el sorprendente desparpajo interpretativo de Dani Rovira en su debut cinematográfico, se encargan de tapar las debilidades de un film pequeño hecho con mucho humor y cariño.


Es evidente que, para su correcto engranaje, resulta imprescindible la química existente entre la pareja protagonista, el citado Dani Rovira y Clara Lago, un malagueño y una madrileña que, en la película, se meten respectivamente en la piel de un sevillano y una vasca y, ante todo, en el espléndido trabajo de un Karra Elejalde descomunal que, por derecho propio, se convierte en lo mejor de Ocho Apellidos Vascos. Y es que el hombre, dando vida a Koldo, el padre de Amaia, se mueve como pez en el agua, dejando al resto del reparto un tanto desdibujados cada vez que sale en pantalla.


La cinta es fresca y atrevida. Curiosamente, rompe moldes desde el tópico y se atreve a introducirse en el corazón del País Vasco sin complejos ni cortapisas políticas de ningún tipo. Un divertimento sugestivo que quizás habría funcionado aún mejor si la dirección, en lugar de en el clasicismo inevitable vertido por Martínez Lázaro, hubiera recaído en Borja Cobeaga, uno de sus dos guionistas y realizador de un par de comedias de lo más campechano: Pagafantas y No Controles, así como de la serie televisiva de la ETB Vaya Semanita.

3 comentarios:

Oliveres dijo...

Bastante mala.

caligula dijo...

Y lo que me reí yo con esta peli, qué? Amos, una hartá de no parar. A ver si hay suerte y es verdad que hacen la de los catalanes, pero la que no me pierdo es la de los murcianos, que seguro que alguno es como mi padre (que es murciano)... es que los madrileños somos tan sosos que una sobre nosotros sería un coñazo

tonyviert dijo...

La película representa una buena crítica de los tópicos vascos, pero también de los andaluces. Aunque te rías no pienso que sea un peliculón y tan sólo recomiendo verla una vez.