Robert Luketic, uno de los realizadores menos inspirados del Hollywood actual, estrena en España su último film, El Poder del Dinero, una cinta que, con toda la razón del mundo, significó un
estruendoso fracaso de taquilla en los EE.UU.. En ella, un thriller narrado sin
fuerza ni estilo, el director nos acerca, sin mucha convicción, a una trama en donde
el espionaje industrial es, en teoría, su punto fuerte.
La película arranca de forma correcta, presentando
una sociedad actual en crisis en la cual los jóvenes se plantean un incierto
futuro económico y laboral. Pero pronto se olvida de su prometedor apunte
crítico y entra en materia descubriéndonos a su protagonista principal, Adam Cassidy, un
ambicioso chico de familia humilde al que un perverso magnate, propietario de
una empresa de telefonía móvil, le aprieta las tuercas y le obliga a
infiltrarse en una compañía rival para robarles la nueva tecnología del
revolucionario producto que están a punto de lanzar al mercado.
Hasta aquí, la cosa se aguanta bastante bien, pero todo
empieza a desmoronarse debido a la poca entidad otorgada a sus personajes, así como en la nula definición de los mismos, pues todos están
construidos a golpe de tópicos: los malos son muy malos, de tebeo barato,
mientras que los buenos, de tan buenos, resultan insoportablemente estúpidos;
estúpidos y guaperas, tan vacíos como los maniquís de los escaparates de ropa.
Un buen ejemplo de ello se encuentra en el insustancial Liam Hemsworth, el joven que encarna a Adam Cassidy,
y su enamorada de turno, Amber Heard, una empleada de la firma rival; una
pareja que da grima sólo de verlos.
Para darle cierta entidad al producto, Luketic se ha
buscado la complicidad de dos actores de primera fila para llamar la atención del espectador
más incauto, como Harrison Ford y Gary Oldman. El primero, luciendo un repulsivo rapado
de aúpa, salva como puede su más que previsible rol, mientras que el segundo,
para no perder la costumbre, afronta su malvado personaje desde su habitual
histrionismo. Y, de pasada, sin aportar absolutamente nada a la historia, se
saca de la manga la colaboración estelar de Richard Dreyfuss para dar vida, sin
ninguna solidez, al enfermizo, fumador y borrachín (aunque muy bonachón) padre
del protagonista.
El Poder del Dinero (alucinante título español del
original Paranoia), a pesar de los (mínimos) esfuerzos de su director por
evitarlo, se queda encallada a los pocos minutos de su arranque y navega entre
los amoríos del Hemsworth y la Heard (patética y ridícula la manera de
conocerse), los desmanes interpretativos de un desmedido Oldman y sus manos
ejecutoras (Embeth Davitz y Julian McMahon), el patetismo de los cuatro pelos
que adornan la testa del otrora Indiana Jones y los pocos momentos de suspense barato incapaces de inquietar a nadie.
Una película innecesaria, de resolución más que
previsible y llena de personajes vacíos. Y lo peor de todo es que intenta alardear de ser un thriller de gran envergadura. ¡Qué pena da ver a gente como Richard Dreyfuss metida en cosas como esta! De
juzgado de guardia.
4 comentarios:
El argumento es interesante pero el desarrollo hace aguas por todas partes. El Hemsworth joven es malísimo como actor y da un poco de pena ver a Ford, Oldman y Dreyfuss en estas lides.
Totalmente de acuerdo. Y todo es debido a una pésima dirección y a un mal casting.
Tenia muchas expectativas con esta película y me ha decepcionado profundamente.
Saludos desde Dune.
El guaperas este me saca del personaje. Es malo, malo a rabiar. Actor pésimo donde los haya. Pero el público femenino de aparatos en los dientes lo tiene asegurado.
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