6.2.13

Maridos y mujeres


Cesc Gay vuelve a dar en el clavo. Después del irregular paréntesis que supuso V.O.S., con su nuevo film, Una Pistola En CadaMano, retoma el pulso narrativo, sereno y fresco, que esgrimió en títulos como En la Ciudad y Ficción. Y lo hace a través de un grupo de actores excelentes. Lo mejor de lo mejor para analizar, de forma cínica y con un sentido del humor tremendo, el comportamiento (en general, disfuncional) de los hombres, centrándose en diversos personajes de mediana edad inmersos en plena crisis personal.


Estructurada como una comedia de episodios, la cámara del realizador catalán se acerca a varias situaciones totalmente reconocibles para el espectador. Contando como telón de fondo con la (también reconocible) ciudad de Barcelona y apoyándose en la profesionalidad de sus actores (a cual mejor), desgrana un variopinto surtido de historias marcadas, en su mayor parte,  por las relaciones de pareja y sus altibajos, sin descartar otras opciones, como por ejemplo el desempleo, tal y como le sucede a uno de sus personajes.

La película queda perfectamente definida con una sola frase, la que le suelta Eduard Fernàndez a una mujer que le acaba de llamar la atención por fumar en un lugar prohibido: “Señora, estamos pasando por un mal momento de nuestras vidas”. Y es que, en todos sus sketches, siempre hay uno o más de sus protagonistas a quienes las "cosas" no les funcionan nada bien. La amargura provocada por el día a día, las crisis y las separaciones matrimoniales, el adulterio, el machismo reprimido o el mismísimo paro, son fundamentales a la hora de crear graves conflictos emocionales.


Una Pistola En Cada Mano está construida a golpe de duelos interpretativos y de diálogos tan naturales como ingeniosos. El cara a cara está a la orden del día: Leonardo Sbaraglia y Eduard Fernàndez se lo hacen en un portal; Javier Cámara y Clara Segura en casa de ella; Luis Tosar y Ricardo Darín en un parque público; Eduardo Noriega y Candela Peña en el interior de unas oficinas; Alberto San Juan y Leonor Watling en el coche de ella y Cayetana Guillén Cuervo y Jordi Mollà paseando por las calles de la ciudad. Ellas, moralmente, son las ganadoras. Ellos, por su inseguridad y patetismo, salen perdiendo. Ni siquiera la catarsis colectiva final les servirá de mucho.


Una insuperable panda de grandes bestias de la interpretación al servicio de un guión inteligente y mordaz. Una disección (a veces cruel) de la conducta del hombre en beneficio de la de la mujer. Es como el Woody Allen de los últimos tiempos, pero en bueno, en fresquísimo y a la catalana.

2 comentarios:

caligula dijo...

Lo de excelentes actores... también lo dice por Eduardo Noriega, Cayetana Guillén Cuervo y Jordi Mollá?

Spaulding dijo...

Buen caligula: una buena dirección de actores logra milagros. Y éste es un buen ejemplo de ello. ¡Hasta Mollà parece un actor profesional!