23.1.13

Reciclando, que es gerundio


Tarantino está que se sale. Él va a lo suyo y, con Djando Desencadenado, sigue aproximándose al cine más popular, a ese cine de barrio que, entre otras muchas cosas, hizo grande un género como el del spaghetti western. Y lo hace a través de una más de tantas secuelas falsas que, en la época, se realizaron a partir del título del Djando de Sergio Corbucci.

Aquí Django (“pronúnciese con la D muda”) es un hombre de color que, tras haber sido liberado como esclavo por un dentista reconvertido en cazarrecompenas, se aliará con éste con una única intención: la de salvar de las garras del hombre blanco a su amada esposa.

La venganza, al igual que en Kill Bill, vuelve a ser el tema central; una venganza que se mezcla con una ácida crítica a la época del esclavismo y las plantaciones de algodón en el sur de los EE.UU., justo un par de años antes de empezar la guerra civil. Para ello, el director urde una trama sencilla y efectiva, en nada complicada. Divide la película en dos claras mitades: en la primera, se acerca al trabajo de los dos cazadores de recompensas y, en la segunda, a partir de la aparición del malvado personaje al que da vida un contundente Leonardo DiCaprio, se adentra en el núcleo de la revancha y el rescate de su mujer.

Casi tres horas de proyección que pasan en un abrir y cerrar de ojos. Su guión destila cinismo y sentido del humor; mucho sentido del humor (como referencia, resaltar el pasaje de los encapuchados del Ku Klux Klan, todo un guiño al cine de los Monty Python, o la fabulosa escena inicial). Más cercano a la comedia que en anteriores trabajos suyos, sigue siendo fiel a esos diálogos tan particulares que ya se han convertido en aclamada marca de la casa y, por descontado, a ese toque de violencia que, de tan exagerado, resulta perversamente divertido.

El cine del realizador de Pulp Fiction tiene personalidad propia. Continúa rompiendo límites, tanto literales como visuales, y se alimenta de un sinfín de homenajes musicales y cinéfilos de todo tipo, incluida una aparición estelar de Franco Nero, el Django del Corbucci de 1966. Está claro que al hombre le encantan las referencias y que, a través de ellas, demuestra su sabiduría y brillantez.


Quizás no sea la película más redonda de su carrera, pero sí una de las más atractivas de la cartelera actual. Tiene ritmo, no aburre en absoluto, vuelve a colocar al western en el lugar que se merece y, de propina, cuenta con un montón de interpretaciones de órdago, empezando por el ya citado DiCaprio y acabando por ese esclavo sumiso, perverso y lameculos que construye de forma genial un Samuel L. Jackson fuera de serie, sin olvidar, por supuesto a un sobrio Jamie Foxx (el Django protagonista) quien, por desgracia, se ve un tanto desdibujado por la solidez (eso sí, un tanto truculenta) de un tipo como Christoph Waltz, ese nazi repulsivo de Malditos Bastardos reconvertido, para la ocasión, en un dentista alemán metido a digno cazarrecompensas.


Qué bien se le da a Quentin Tarantino eso de reciclar géneros referenciales. Les lava la cara, los pule y los potencia a la máxima expresión. Y además, entretiene. Quiero más películas como ésta.

6 comentarios:

El Señor Lechero dijo...

A mí y a mi señora nos encantó: esas referencias a los clásicos -"Mandingo", "La trilogía del dólar", "El gran silencio" (qué pestiño), "Django"-... y esa desmitificación del viejo y caballeresco sur. Y dando palos a mansalva a los fachas. Como debe ser.

Crítico Maldito dijo...

Tarantino es un poco capullo (puedo decirlo, lo conocí en un Sitges, aquel en el que vino con Curdled) pero un genio.

Ha visto ya Lincoln?

Spaulding dijo...

Aún no he visto Lincoln. Supongo que caerá este fin de semana. Me huelo algo muy discursivo... En fin, ya veremos...

El Señor Lechero dijo...

"Lincoln" me pareció lenta, interesante a contados ratos, con muchos puntos muertos y la sensación de que Spielberg -cuyas películas "con mensaje" estilo "Amistad" siempre han sido malas- ya empieza a perder el norte.

caligula dijo...

Siento diferir con usted, pero a mí Django me aburrió demasiado. Era como un más de lo mismo de Tarantino, con esos planos musicales montados a caballo que no terminan nunca, los diálogos (a veces monólogos) que se pasa en cuanto a duración y número. Todo me sonaba ya a hecho. Vamos, que me pareció que no aporta nada.

Juan L. Iglesias dijo...

Verá usted, es que Tarantino estará lleno de erudición pero no deja de ser un traductor, y por eso necesita dejar tantas notas al pie en cada una de sus traducciones. Para secuelas de Django, y en lo que se refiere a la apuesta (si es que eso es cierto) para mí la ha ganado Takeshi Miike haciendo el Sukiyaki Western Django.