11.1.12

Toma el dinero y corre

Rob Minkoff, el que antaño dirigiera El Rey León y los dos Stuart Little, se alía con los guionistas de Resacón en Las Vegas y su secuela (Jon Lucas y Scott Moore) para urdir Atraco Por Duplicado, una de las comedias más patéticas que últimamente me haya tirado en cara. Un doble atraco a un banco y un grupo de rehenes rebeldes son los principales ejes sobre los que gira su forzadísima trama.

Ya Woody Allen, a finales de los sesenta y en su primeriza Toma el Dinero Y Corre, en uno de sus gags recreaba la posibilidad de que dos bandas de atracadores robaran la misma entidad bancaria. Lo que Allen solucionaba de forma ingeniosa en un par de minutos, Rob Minkoff, que parte de la misma situación, lo hace en casi hora y media, complicando la situación hasta límites insospechados y con unos resultados ciertamente nefastos. No contento con esbozar una situación idéntica en su inicio, embrolla la trama de forma rocambolesca introduciendo la posibilidad de que el par de asaltos sean fruto de una conspiración urdida por un buscado cerebro criminal.

La comedia tontorrona está servida. Más cercana al humor que destilaban los hermanos Malasombra (en cuanto al dibujo de los integrantes de las dos bandas se refiere) que al del universo del realizador de Manhattan, Atraco Por Duplicado no es más que un desfile de personajes, a cual más estúpido y apayasado, interpretados por un grupo de actores que, a excepción de un cargante Patrick Dempsey, no habían cosechado demasiados éxitos durante los últimos años, tal y como sucede con Ashley Judd o (el televisivo) Jeffrey Tambor. La verdad es que da un poco de pena verlos ganándose las lentejas en esta especie de cementerio de los elefantes en donde la astracanada campa totalmente a sus anchas.

Recién estrenada la nueva entrega de Sherlock Holmes, lo único curioso del film estriba en descubrir que tras el personaje de Dempsey se esconde una especie de sosías del mítico detective creado por Conan Doyle: uno de los rehenes, necesitado de su medicación diaria para paliar una enfermedad psíquica que, en su alboroto, desarrolla una serie de aceleradas deducciones al más puro estilo Holmes que le conducirán a descubrir el oscuro (y grotesco) contubernio que ha atraído a dos bandas rivales hasta el mismo banco.

Una rotunda pérdida de tiempo que, a pesar del empeño puesto por parte del director y guionistas, no logró que esbozara ni una miserable sonrisa.

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