17.1.12

El gran carnaval(ito)

Tras el delirio esperpéntico que supuso Balada Triste de Trompeta, Álex de la Iglesia vuelve a la carga con La Chispa de la Vida, otro tipo de desvarío, en esta ocasión más próximo a la tragicomedia y con demasiados (y sospechosos) puntos de contacto con una de las obras maestras de Billy Wilder, El Gran Carnaval.

De la Iglesia fusila la idea central de la película de Wilder y, partiendo de un hombre accidentado y en peligro de muerte, organiza todo un circo mediático a su alrededor. La prensa y las televisiones más sensacionalistas querrán alimentar su hambre carroñera a través de las miserias de un tipo a punto de extinguirse, así como de los sentimientos de sus seres más allegados. Al igual que en El Gran Carnaval, el espectáculo del morbo -en el que todo vale a excepción de la vida de la víctima- acaba de empezar.

No busquen más paralelismos con la película del director de El Crepúsculo de los Dioses. Mientras en ella todo cuadraba a la perfección y sus personajes estaban definidos al detalle, en La Chispa de la Vida el disparate y la ridiculez campan a su libre albedrío mediante un desfile imparable de caracteres a cuál más tópico y episódico: securatas cortos de entendederas, periodistas con espíritu de sicario, alcaldes corruptos, altos cargos sin escrúpulos... Vaya, una cabalgata de lo más variopinta, aunque totalmente vacía.

Una cinta coral (o, mejor dicho, construida entre y para los amiguitos), cargada de estereotipos, en donde lo único que funciona mínimamente es el prólogo antes del accidente, justo cuando el protagonista inicia la que será la jornada más complicada de su vida. José Mota, pese a sus limitaciones, tiene su gracia y, por derecho propio, acaba convirtiéndose en lo mejor de una función irritante, demasiado previsible, aburrida y en la que, para más INRI, Salma Hayek, con su exagerada interpretación y su deje mejicano, le otorga un tufillo a culebrón televisivo de baratijo que tumba de espaldas.

Qué lejos le quedan al realizador los tiempos de Acción Mutante o de La Comunidad, cuando aún tenía inspiración y hacía cine sin ínfulas de autor. Y es que no hay suficiente con ponerse serio para hacer una buena película.

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