9.12.10

Frijoles a la barcelonesa

El mexicano Alejandro González Iñárritu ataca de nuevo. Y lo hace con Biutiful, un film que se aleja de sus habituales historias paralelas (Amores Perros, 21 Gramos, Babel) para embarcarse en un argumento lineal con un único protagonista: un genial Javier Bardem que, a pesar de su omnipresencia (prácticamente no hay escena en la que no salga), se alza en lo mejor de un título marcado por el exceso.

Casi dos horas y media de metraje para dar vueltas, una y otra vez, sobre el mismo eje. La miseria y la inmigración ilegal son los principales focos de atención del realizador. Como maestro de ceremonias, Uxbal, un tipo en la cuerda floja al que se le ha diagnosticado una enfermedad mortal. Siempre ha vivido de oscuros trapicheos y de la explotación de los inmigrantes sin papeles. Con un pie ya en el otro barrio, opta por transformarse en una ONG con patas y echarle un cable a algunos de los que perjudicó con sus acciones.

Biutiful se recrea descaradamente en la miseria humana, a lo bruto, de manera sensacionalista, como el Interviú, pero en largometraje. La cuestión es epatar. No tiene prisa por contarnos lo poco que expone (de ahí su agotador metraje) y, en su afán por la desmesura, se le va la mano en demasiados aspectos. Hurga en lo más ponzoñoso del alma humana: a veces, con tal saña, que resulta grotescamente desagradable; otras, por su desmesura expositiva, alejándose de cualquier atisbo de credibilidad.

Convierte a Barcelona -capital en la que transcurre toda su acción- en una especia de hermana gemela de México D.F. Es más, a veces resulta difícil creer que la ciudad protagonista sea Barcelona, tanto por el tratamiento fotográfico que hace de ella como por el retrato sociológico de sus personajes y costumbres. Busca la parte más roñosa de la misma, la eleva a la máxima potencia y se pierde en escenas que, de tan exageradas, se alejan totalmente de la realidad. Un buen ejemplo de ello es la persecución policial, a unos simples manteros, mediante un numeroso despliegue de furgonetas y agentes uniformados, arrasando violentamente por la Plaza de Catalunya y las Ramblas. Lo nunca visto. ¡Esto es Hollywood!

A Iñárritu le ha plantado Guillermo Arriaga, el guionista que siempre había trabajado a su lado. Sin él, el cine del realizador mejicano ya no tiene la misma fuerza. Y es que Biutiful es un producto aburrido y falso, que nace encallado y muere encallado. Sólo se esfuerza en el efectismo y en dedicarle toda su atención a un único personaje, ese Uxbal que en su redención inicia un interminable descenso a los infiernos. Es una pena, pues otros personajes de la trama, como sus dos hijos pequeños, su esposa o su propio hermano (un fantástico y desaprovechado Eduard Fernández), quedan totalmente desdibujados.

Un festival Bardem en toda la regla. El resto no importa, ni siquiera que se haya filmado en Barcelona en lugar de México. Tanto da. Woody Allen, a golpe de postal turística, reflejó una falsa Barcelona de ensueño en la nefasta Vicky Cristina Barcelona. Ahora, Iñárritu, se ha ido al extremo opuesto. Ni tanto ni tan calvo. Y curiosamente con Bardem en ambas visiones.

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