The Town es una película de las de siempre, de las de toda la vida. De buenos y malos, de polis y ladrones. De buenos que no son tan buenos y de malos que no son tan malos. Y todos, del primero al último, marcados por el estigma de haber nacido en Boston, concretamente en el conflictivo barrio de Charlestown, el enclave geográfico de Norteamérica que ha dado más ladrones de bancos y de furgones por metro cuadrado en la historia del país.
A un lado, el de la ley, un agente del FBI obstinado y con ganas de desmantelar una banda que le está dando demasiados quebraderos de cabeza. Al otro, del más oscuro, una banda de ladrones perfectamente organizada. Y en medio, situada entre unos y otros, una de las víctimas del último atraco cometido por la cuadrilla: una testigo que, involuntariamente, marcará el destino del enfrentamiento.
De hecho, The Town no ofrece nada nuevo al espectador. Es la historia de siempre, sin muchas sorpresas en su haber, aunque filmada y contada con una elegancia supina. Desde el Heat de Michael Mann (con el que se puede emparentar por sus bien resueltas escenas de acción) que el cine no paría un thriller tan bien perfilado como éste, en el que incluso no molesta ni el Ben Affleck actor.... a pesar de que Jon Hamm (el Don Draper de la espléndida y televisiva Mad Men), aquí en el papel del agente federal, se lo coma con patatas con su sola presencia en pantalla.
Algunos, buscándole tres pies al gato, han arremetido contra la historia de amor planteada entre Affleck y una estupenda Rebecca Hall (la Vicky de Vicky Cristina Barcelona). Son sólo ganas de sacarle defectos a un producto perfectamente acabado. Y es que sin ese love story -que no deja de ser un elemento fundamental en la construcción de su guión-, la película se hubiera decantado por otros derroteros.
Un film urbano, de atracos no muy perfectos y de un savoir faire que le obliga a uno a sacarse el sombrero. Es innegable que se está formando un gran director.
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