17.12.10

Así es la vida

Pintó un submarino de color rosa (Operación Pacífico). Le tramitó la licencia de detective a Peter Gunn. Convirtió a Mickey Rooney en japonés y a Audrey Hepburn en una chica de dudosa reputación (Desayuno con Diamantes). Colocó a Lee Remick en manos de un asmático con instintos criminales (Chantaje Contra Una Mujer) y después obligó a Jack Lemmon a que la condujera al alcoholismo (Días De Vino y Rosas). Parió a Jacques Clouseau, uno de los policías más frikis del Séptimo Arte (La Pantera Rosa). Fue el promotor de una disparatada carrera de autos locos alrededor del mundo (La Carrera del Siglo). Hizo de la Segunda Guerra Mundial una fiesta de disfraces (¿Qué Hiciste En La Guerra, Papi?). Desmontó el mundillo de Hollywood con la única ayuda de un patoso figurante hindú y un elefante (El Guateque). Catalogó numéricamente a las mujeres por su belleza y le regaló a Dudley Moore la mayor cogorza de su carrera (10). Consiguió que su propia esposa, Julie Andrews, mostrará su anatomía desnuda por vez primera en una pantalla (S.O.B.) y, posteriormente, la convirtió en todo un chicarrón (Víctor o Victoria). A través de Jack Lemmon, hizo un repaso autobiográfico a sus neuras hipocondríacas y a su relación matrimonial(¡Así Es La Vida!) y, entre otras disertaciones, nos previno del peligro de mezclar una cita a ciegas con una sola gota de alcohol (Cita a Ciegas).

El artífice de tanto desatino atendía por el nombre de Blake Edwards. Ayer, a los 88 años de edad, nos abandonó para siempre. Con él se va una gran parte de ese Hollywood clásico con el que muchos cinéfilos nos fuimos haciendo mayores. A partir de ahora, sin él, los guateques de la alta sociedad ya no tendrán ese toque tan personal de slapstick que supo imprimirles.

Descanse en paz. Por derecho propio, sus múltiples criaturas cinematográficas ya han pasado a formar parte de la memoria colectiva.

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