14.9.10

Más allá de Makoki

Hay películas que, por la calidad humana que desprenden, se convierten en imprescindibles. Un buen ejemplo de ello es María y Yo, un documental que, basándose en la novela gráfica homónima de Miguel Gallardo ganadora del Premio Nacional del Cómic de Cataluña (2008), se acerca a la relación entre el dibujante y su hija María, una niña autista de doce años de edad. Con este título, Félix Fernández de Castro hace su puesta de largo tras la cámara.

Tierna, emotiva e incluso divertida, María y Yo se aproxima al autismo de forma totalmente distinta a lo visto hasta ahora. Lo hace de manera natural, sin miedo y de frente, filmando a padre e hija durante unas vacaciones en un hotel canario lleno de guiris a rebosar. La empatía que existe entre ambos resulta difícil de explicar. Es tan grande que cualquier adjetivo para magnificarla quedaría pequeño.

Gallardo, ese enfant terrible capaz de crear un tipo tan underground como el sempiterno Makoki, deja a un lado su disfraz de gamberro oficial del reino para mostrarnos una faz mucho más humana y sensible. El rollo que se lleva con su hija va de un palo mucho más cercano y totalmente cariñoso, aunque sin olvidar jamás su sentido del humor y su gran pasión por el dibujo, una manera especial, esta última, de comunicarse con el particular universo de María.

El dibujante está separado de su esposa May. Por dicha razón, la pequeña María vive una parte del año junto a su madre en Canarias, lugar en el que asiste a una escuela especial, y la otra, la vacacional, al lado de su padre, entre Barcelona y el hotel antes citado, un paraiso de lo más surrealista al servicio de ellos dos.

Los paseos matutinos, los baños en la piscina del hotel, las comidas (todo un ritual para la niña) o el puro recordatorio, por parte de ella, de un montón de nombres archivados en su cabecita en perfecto orden, sólo reflejan algunos de los actos diarios y normales que -acompañados por la voz en off del propio Gallardo o de entrevistas a May- ayudan al espectador a entender mejor el particular imaginario de María y su enfermedad.

Acérquense sin temor a la película pues, sin duda, se trata de uno de los mejores productos nacionales de un año marcado por una pésima siembra cinematográfica. Un film diferente, valiente y agradable, filmando sin trampa ni cartón. Toca un tema duro de forma sencilla, rehuyendo el tratamiento basurero con el que ciertos canales televisivos se plantean asuntos similares. La opción de Gallardo y Fernández de Castro ha sido mucho más humilde y real.

No la dejen escapar. Reirán, se emocionarán y conocerán mucho mejor el concepto “autismo”. Sólo les puedo decir que María ha tenido la gran suerte de tener unos padres como Miguel y May, capaces de volcar todo su amor y comprensión hacia ella.

No hay comentarios: