En su film, Mihaileanu muestra el resurgir de las cenizas de un director de orquesta que antaño perdiera su empleo al frente de la célebre Orquesta del Bolshoi por enfrentarse directamente con el régimen de Brezhnev. Aprovechando una invitación oficial no precisamente dirigida a él, decide reunir a sus viejos músicos judíos y, mediante a un artificioso engaño, organizar un gran concierto en el Chàtelet de Paris. Los fantasmas del pasado no tardarán en aparecer.
La comedia empieza bien. Promete sus buenos gags. Y los tiene, sobretodo en lo que hace referencia a su parte más coral, justo cuando retrata a algunos de los componentes de la antigua banda. Pero la cosa empieza a torcerse al forzar en exceso una abultada farsa que no acaba de resultar creíble. Y se desvía aún más cuando comienza a moverse (o, mejor dicho, resbalar) por terrenos sentimentaloides que acaban totalmente con su agradable aspecto paródico.
Los amantes de la música clásica y, en concreto, de Tchaikovsky, pueden disfrutar de lo lindo. Al resto de mortales, aparte de su gracioso arranque, siempre nos queda el consuelo de deleitarnos con la presencia de una espléndida Mélanie Laurent, la heroína de Malditos Bastardos, un nombre que ya apunta alto.
Más interesante me parece la propuesta de la neozelandesa Christine Jeffs quien, con Sunshine Cleaning, da una nueva vuelta de tuerca a un tema explotado en varias ocasiones a lo largo de los últimos años: el de las empresas de limpieza que se dedican a dejar impolutos los escenarios en los que se han producido muertes violentas. Primero fue Tú Asesina, Que Nosotras Limpiamos la Sangre y, hace muy poco, el thriller Cleaner.
Dos hermanas de caracteres opuestos son sus protagonistas. La una, madre soltera; la otra, una joven rebelde sin oficio ni beneficio. Ambas, a propuesta del policía amante de la primera, decidirán estrenarse al mando de una nueva empresa nada habitual para poder dejar atrás su latente miseria. Muy cerca de ellas, el padre de las dos y el hijo de la mayor, un niño con ciertos problemas de adaptación.
Sunshine Cleaning plantea su historia desde un prisma inequívocamente indi. Familias disfuncionales, un toque de crítica social y un perverso toque de humor vitriólico son las características principales de un film que posee muchos puntos de contacto con Pequeña Miss Sunshine (quizá demasiados), incluyendo la presencia de un insuperable Alan Arkin repitiendo su papel de abuelo. Atención, ante todo, al buen hacer de las dos actrices principales: Amy Adams (en un rol encantador y menos azucarado de lo que es habitual en ella) y la cada día más sorprendente Emily Blunt. El resto es lo de siempre en este tipo de productos, aunque bien llevado y con unos personajes perfectamente perfilados.
Mi Refugio, el nuevo trabajo del parisino François Ozon tras la desesperante Ricky (el Tobi con pretensiones intelectualoides), es un film intimista que peca por su exacerbada lentitud y por lo previsible que resulta su final. Un melodrama de armas tomar que, a pesar de los claros esfuerzos de su realizador por emocionar al espectador, no llega a despertar el más mínimo interés. Demasiados temas aglutinados en un solo título, apelotonados un tanto sin orden ni concierto, hacen de este un producto igual de presuntuoso que la mayor parte de su filmografía.
Heroína, drogadicción, muerte, amor, maternidad, homosexualidad, lucha de clases, soledad... ¿Quién da más? De todo un poco y al saco. Mousse es una chica que, tras la muerte por sobredosis de su pareja, deberá enfrentarse a su propia desintoxicación y al dilema de sacar adelante el embarazo que le acaban de diagnosticar. Refugiándose en una idílica casa campestre, sin familia y rechazada por los padres de su difunto compañero, tan sólo recibirá el apoyo del hermano del desaparecido.
Un exceso de planos muertos y silencios alargados hasta límites insostenibles se convierten en marca de la casa. Hasta el propio Haneke, ante tanta inmovilidad, podría sentirse celoso del trabajo de Ozon. Tan sólo cuatro apuntes al margen cargados de buenas intenciones, la belleza de los paisajes normandos fotografiados y el digno trabajo de Isabelle Carré, su protagonista femenina, se salvan de entre tanto aburrimiento y pedantería.
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