19.10.17

SITGES 2017: Jornada 3 (de sueños repetitivos, novicias morbosas, sociedades distópicas, reservas indias y ritos satánicos desmelenados)

La verdad es que me apetecía mucho ver el primer film del día, Muse, la nueva del catalán Jaume Balagueró, un cineasta del que suelen engancharme la mayoría de sus propuestas, con lo cual, tras la proyección, la decepción fue aún mayor. La historia que plantea, llena de sectas y sueños premonitorios, aparte de resultar descabellada e ilógica, está llena de poros por todas partes. Más allá de cuatro escenas oníricas impactantes arropadas por una brillante dirección artística, del correcto trabajo interpretativo de su plantel de actores y de su cuidada interpretación, la cinta se pierde en medio de un guión un tanto ridículo y deslavazado, pues es tan poca la fuerza narrativa empleada que, al espectador, le acaban importando un pimiento los avatares de dos personajes desconocidos que, en sus respectivos sueños repetitivos, ven siempre a la misma mujer morir de idéntica manera. Por cierto, qué pena da ver lo que se ha llegado a envejecer Franka Potente.


La mañana siguió de forma aún mucho más pesarosa con la proyección del film británico The Book of Birdie, una paja mental, cargada de simbología religiosa, lenta y repetitiva, en la que su realizadora, Elizabeth E. Schuch, a través de una joven adolescente huérfana cuya abuela la interna en un convento, intenta orquestar una intelectualoide crítica sobre la religión y la fe difícil de digerir. Su cargante puesta en escena (en la que incluso, sin venir a cuento, inserta escenas de animación), su somnoliento ritmo narrativo y la insulsez de su protagonista, Ilirida Memedovski, hacen de éste un producto tedioso y totalmente olvidable. La primera menstruación, los escarceos sexuales de la novicia con la hija del jardinero del lugar y las conversaciones de la joven con el cadáver de una monja suicida, son algunos de los ingredientes del patético y pretencioso cóctel en donde el toque onírico, al igual que en el título de Balagueró, tampoco podía faltar.


Con The Bad Batch la cosa no es que mejorara mucho. La cinta, dirigida por Ana Lily Amirpour (la misma que presentara en Sitges hace unos años Una Chica Vuelve a Casa Sola de Noche), nos presenta una historia distópica ambientada en una apocalíptica sociedad futura muy al estilo de Mad Max en la que, en pleno desierto de Texas, conviven caníbales, drogadictos e inmigrantes sin papeles. No se puede negar que la cinta empieza de forma prometedora con el secuestro de una joven a la que un grupo de caníbales le amputan una pierna y un brazo, aunque todo comienza a desinflarse tras lograr escapar de ellos para llegar a una nueva comuna dominada por un ser mesiánico (un engordado Keanu Reeves) que obliga a comulgar con tripis a sus súbditos. La lógica de su primera parte desaparece por completo, convirtiéndose en una locura sin sentido y sin lograr hacer creíbles los actos y las decisiones de su protagonista femenina, una espléndida Suki Waterhouse, lo mejor del producto, sin lugar a dudas, junto con la extraña colaboración de un desconocidísimo Jim Carrey dando vida a un solitario y sucio vagabundo mudo. Por cierto, si alguien me explica el significado de la escena final, me hará un favor inmenso.


Por suerte, con la proyección de la excelente Wind River se logró encauzar de alguna manera la patética jornada. Dirigida por Taylor Sheridan (guionista de Sicario y Comanchería), este es un magnético thriller que transcurre en los alrededores de una reserva india y en la que un cazador de animales depredadores descubre el cadáver de una joven asesinada medio enterrada en la nieve. La cinta se centra en la investigación que éste y una novata agente del FBI inician para dar con el asesino. Sobria, perfectamente narrada, con un modélico dibujo de sus principales personajes y con un spring final digno de tener en cuenta: más no se puede pedir. Jeremy Renner, Elizabeth Olsen y Graham Greene se llevan el gato al agua con su solvencia en un producto en donde el misterio, el racismo y los malos rollos de un pasado muy cercano se mezclan con perfecta fluidez. De lo mejor del Festival hasta el momento.


Ya, en sesión golfa, se volvió de nuevo al sinsentido total y absoluto con Tonight She Comes, un delirante producto imposible de definir y en la que un grupo de jóvenes (dos chicas y dos chicos) se verán envueltos en una enloquecida y absurda patraña, sin pies ni cabeza, en donde rituales satánicos, muertos vivientes, sangre a borbotones y fenómenos inexplicables que ni siquiera su propio director y guionista entiende, un tal Matt Stuertz que, en sus delirios visuales y narrativos, demuestra ser un completo inútil: de hecho, a él sólo le interesaba verter gore al precio que fuera (tampones ensangrentados incluidos), cuatro desnudos femeninos y unas gotitas de humor de lo más burdo para amenizar la función. El guión es lo de menos, la cuestión es hacer ruido, mucho ruido, cuanto más mejor y, a ser posible, apoyándose en una música machacona y repetitiva. Lo más preocupante del asunto es saber el porqué, con una calidad tan ínfima, esta cinta ha sido seleccionada para ser proyectada en este Festival.


To be continued…

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