Nightcrawler significa el debut como director de Dan
Gilroy tras haber escrito varios guiones para la gran pantalla. Nominado a
mejor guión (del propio Gilroy), se trata de un trhiller sencillamente
espeluznante que, centrándose en la figura de un hijoputa integral, se adentra
en los rincones más oscuros y perversos del periodismo sensacionalista; de esa
prensa que se alimenta, cual vampiros, de aquellas noticias que sean capaces de
salpicar da sangre los titulares de los noticieros televisivos y así remover el estómago de sus televidentes. Y es que el morbo, nos guste o
no, sigue vendiendo y subiendo los niveles de audiencia. Así nos va.
Jake Gyllenhaal, también acreditado en funciones de
productor, está espléndido, y al mismo tiempo repulsivo, encarnando a Louis
Bloom, el impresentable protagonista de
esta fábula negra ambientada entre cameramans freelances que viven del
filmar accidentes de todo tipo para vender después sus imágenes al mejor
postor.
Bloom es un buitre carroñero de muchísimo cuidado: un
tipo sin oficio ni beneficio que, una buena noche, de forma casual, descubre la
posibilidad de hacer dinero acercando, cuanto más mejor, el objetivo de su cámara de video a las víctimas de cualquier tipo de percance, ya sea
automovilístico, a resultas de un tiroteo o de un violento asalto. Miente,
manipula y se salta todos los límites. Su meta es llegar al lugar de los hechos
antes que la propia policía o de los servicios sanitarios y empezar a usar su filmadora para obtener las mejores tomas. Todo vale para
cumplir sus malsanos objetivos. Después, ya con las imágenes en la recámara de
su grabadora, tocará lidiar con la cadena televisiva que más se adapte a sus
ruines intenciones.
Nightcrawler es un film sólido, capaz de ir directo
al grano y de dejar en pelotas el negocio sucio de ciertas televisiones, al
tiempo que hace un magistral dibujo de un ser altamente desagradable. No
escamotea en detalles ni en gruesas gotas de humor negro para mostrar, paso a
paso, el crescendo del floreciente negocio montado por el tal Louis Bloom, un
tipo capaz de aliarse hasta con el diablo para su propio beneficio.
Sobria, visceral y, por momentos, aterradora.
Algunos apuntan a que pasará a convertirse automáticamente en una película de
culto. Y es que, en realidad, no van nada desencaminados.
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