Nominada al Oscar como mejor película y mejor tema musical por la canción Glory y no previsto su estreno en España hasta el próximo 6 de marzo, Selma, de Ava DuVernay y producida, entre otros por la omnipresente Oprah Winfrey (con pequeño papel incluido) y Brad Pitt, narra la lucha de Martin Luther King Jr. por el derecho al voto de la gente de color que culminó en una multitudinaria marcha pacífica desde la ciudad de Selma a Montgomery (Alabama) a mediados de los años 60.
Centrada, principalmente, en la figura de Martin
Luther King (interpretado, con muy poca convicción, por David Oyelowo), Selma
indaga (también con poquísima convicción) en la campaña iniciada por el líder
afroamericano y en sus enfrentamientos dialécticos con Lyndon B. Johnson, el
por entonces presidente de los EE.UU., intentando reflejar, al mismo tiempo, la
crispación racial existente, las divergencias ideológicas con los partidarios de Malcom X y los efectos que esa lucha causaron en el seno familiar del propio Luther King.
Selma, por su aséptico tratamiento cinematográfico, es una película
sin alma; una especie de telefilme que, por mucho que su directora se empeñe en
llenarlo de rostros conocidos para darle más empaque a la cosa (Tom Wilkinson,
Giovanni Ribisi, Dylan Baker o Tim Roth, sin ir más lejos), acaba resultando un
producto sin garra ni magnetismo alguno, aunque, eso sí, cargado de buenísimas
intenciones. Pero, como ya he dicho en muchas ocasiones, las “buenas
intenciones” (en este caso, políticas y sociales) no son suficientes para elaborar
un buen trabajo.
Un espléndido ejemplo de la poca fuerza que destila
Selma y de la mínima destreza como realizadora de la tal Ava DuVernay, se encuentra
en la minimalista forma de rodar la violenta carga policial que desmanteló a un
numeroso grupo de manifestantes negros que intentaban iniciar una marcha, de
forma pacífica, en el puente de Edmund Pettus de la citada ciudad de Selma. Es
tan nula su habilidad a la hora de poner la cámara, que la brutalidad policial
que pretende mostrar al espectador se queda en agua de borrajas.
El año pasado, 12 Años de Esclavitud (producida
también, curiosamente, entre otros, por Brad Pitt) consiguió el Oscar a mejor película,
mejor actor y mejor guión adaptado. Con Selma, incidiendo de nuevo en el tema
de la segregación racial, vuelven a intentar una jugada similar. Pero, en esta
ocasión y vistos los pobres resultados del invento, tienen todas las de perder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario