1.6.12

EN RESUMIDAS CUENTAS: Espía cómo puedas

La Sombra de la Traición, rimbombante y alucinada traducción del original The Double, se trata de un film, tal y como indica su título español, igual de soso e impersonal que cantidad de productos anteriores con títulos similares. El debut tras la cámara de Michael Brandt -guionista, entre otros, de El Tren de las 3:10 y Wanted- no podía ser más decepcionante. Espionaje de tres al cuarto al servicio de una intriga sin magnetismo alguno.

Píllenme a un ex agente de la CIA canoso, reclamado de nuevo por la Agencia, y a un jovencito al servicio del FBI. Mézclenlos, enfréntelos y agítenlos para la consecución de una nueva buddy movie sobre el mundo de los espías. Añádanle una misión de lo más tópico, como la de dar caza a un tal Cassius, nombre en clave de un antiguo asesino soviético que ha vuelto a las andadas tras varios años de inactividad, al igual que le sucede al canoso ex agente de la CIA a quien, por cierto, se le considera toda una autoridad en cuanto a modos y maneras sobre el buscado criminal.

La falta casi total de pulso narrativo y una sorpresa argumental (bastante cantada, por cierto) a los quince minutos de proyección, hace aún más insubstancial todo cuanto ocurre a partir de ese momento. Película previsible y de connotaciones televisivas, con giro de guión (bastante fuera de tono e innecesario) en su recta final, justo cuando el respetable empieza a estar hasta las narices de las canas todoterreno de Richard Gere, de la inexpresividad de su compañero (Topher Grace) y de soportar por enésima vez a Martin Sheen dando vida a un alto cargo de la CIA.

Otra de espías, pero mucho más atractiva y trepidante, es El Invitado, una enérgica y adrenalínica propuesta de Daniel Espinosa que ya lleva (merecidamente) varías semanas en cartel. Denzel Washington es su principal protagonista quien, reconvertido para la ocasión en un ex agente gubernamental metido a traficante de información, pondrá en jaque a la mismísima CIA a partir de la masacre sucedida en un piso franco que la Agencia poseía en Ciudad del Cabo; masacre en la que están involucrados él, un grupo de mercenarios y el novato agente encargado de la custodia del piso.

El Invitado es puro espectáculo. Un entretenimiento total con su dosis pertinente de crítica a la CIA, una institución que ya es habitual verla convertida en blanco de las iras de muchos directores y guionistas. De hecho, la película no es más que un velado homenaje (sobre todo en su parte final) a Los Tres Días del Cóndor, uno de los títulos emblemáticos de la filmografía de Sydney Pollack, pero en versión trepidante, a lo bruto, sin delicadezas, siempre a medio camino entre el cine de Tony Scott y de las vibrantes persecuciones y luchas del amnésico Bourne de Paul Greengrass.

Washington peina mucho mejor las canas que Richard Gere y, a pesar de denotar cierta edad y de la dualidad moral que ronda a su personaje, aún sigue dando el pego como héroe de acción. Y atención a su partenaire en pantalla: el nada despreciable y cada vez más afianzado Ryan Reynolds, así como a la fuerte presencia (siempre de agradecer) de un montón de secundarios de una categoría incuestionable: Brendan Gleeson, Vera Farmiga, Sam Shepard y, de propina, el único e incomparable Ruben Blades.

Personalmente, con El Invitado me lo pasé pipa. Hasta me gustó ese descontrol (controladísimo) en el montaje de sus innumerables escenas de acción.

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