La huelga en el sector de la enseñanza durante el día de hoy invita, directamente, a darle un vistazo a Profesor Lazhar, una excelente cinta canadiense que se coló en la última ceremonia de los Oscar al ser nominada como mejor película de habla no inglesa. Su director, Philippe Falardeau, habla de la educación de nuestros pequeños, de las reacciones de éstos frente a la muerte, de las relaciones entre maestros y alumnos y, al mismo tiempo, sobre el sentimiento de culpabilidad y del derecho como inmigrante a vivir con dignidad en un país extranjero. De todo un poco, vaya, pero de forma perfecta y bien ensamblado.
Profesor Lazhar parte de una premisa argumental ciertamente contundente y triste: el suicidio de una maestra en una de las aulas de un centro escolar de Montreal; todo un mazazo para los estudiantes y el resto del personal docente. La llegada de un nuevo profesor para sustituir a la maestra desaparecida cambiará el modo de ver y entender la vida de sus alumnos, un grupo de niños entre los 9 y 12 años de edad. Bachir Lazhar, el hombre contratado, es un tipo solitario, de buen corazón y, según cuenta, con una larga experiencia como educador en un colegio de su país natal, Argelia.
Falardeau centra su mirada, principalmente, en la relación que se establece entre Lazhar y una de sus alumnas, la pequeña Alice, una niña espabilada aunque muy tocada por la muerte de su profesora. Ella aprenderá de él y él aprenderá de ella. Así, entre los dos, lograrán cambiar los hábitos de una clase que parecía abocada a un curso totalmente funesto. Para ello, el realizador mima con delicadeza a sus personajes principales, al tiempo que juega con los sentimientos del espectador, siempre de forma natural y sin truculencias narrativas en pos de la lágrima fácil.
Tras esa química indisoluble que se crea entre maestro y aprendiz existen un par de aspectos determinantes: las magníficas e irreprochables interpretaciones de sus dos actores. Por un lado Mohamed Fellag, ese recién llegado a la escuela que entre sus sentimientos esconde una tragedia del pasado y, por el otro, la jovencita Sophie Nélisse quien, con la naturalidad que aporta, hace del suyo un personaje entrañable: el de una niña que madura de golpe y porrazo ante un suceso totalmente inexplicable para ella.
Acérquense a Profesor Lazhar y disfruten de un melodrama narrado sin aspavientos ni exageraciones y, ante todo, tómenselo como lo que es: un loable canto de amor a la vida, a la integración cultural y racial, a los profesionales de la educación y a una forma de entender el sistema educativo. Y mientras, aquí, en España, nuestros gobernantes dinamitándolo, obcecados en hacerlo retroceder hasta límites inenarrables.
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