25.4.12

Imprescindibles: FALSO CULPABLE

A partir de hoy y bajo el epígrafe genérico de “Imprescindibles”, nace una nueva sección en la página; una sección que, alternándose con los estrenos más recientes, pretende dar un repaso a aquellos títulos (clásicos y no tan clásicos) por los que siempre he sentido un apego muy especial, como es el caso de Falso Culpable, el título que abre el bloque recién nacido.

Falso Culpable, aún y manteniendo sus constantes habituales, es una rareza dentro de la filmografía de Alfred Hitchcock ya que, entre otras cosas, se basa por primera vez en su carrera en una historia real. Realizada en 1956 entre dos joyas indiscutibles, el remake norteamericano de El Hombre Que Sabía Demasiado y Vértigo, el director británico decidió aparcar sus usuales adaptaciones de novelas para entrar a saco en la vida de un hombre desafortunado, Manny Balestrero, un músico de jazz, casado y con dos hijos que, empleado como contrabajista en un cabaret nocturno, verá cambiar su existencia cuando, de la noche a la mañana, es acusado falsamente de varios atracos a mano armada tras ser confundido con otro individuo.

La cinta transcurre en la ciudad de Nueva York, una Nueva York grisácea y de tonos sombríos que fue captada a la perfección por la cámara del gran Robert Burks, su director de fotografía. Después de cinco títulos en color, Hitchcock regresa al blanco y negro para potenciar al máximo su acercamiento al cine negro, dándole un protagonismo muy especial a los constantes juegos de sombras que enmarcan la absurdidad en que se han convertido las vidas de Manny Balestrero y su esposa, Rose, una mujer que empezará a mostrar síntomas de debilidad psíquica cuando, tras una larga lucha con la justicia, comience a sospechar la imposibilidad de salvar a su marido de una extensa condena.

Uno de los aspectos que más puntualiza Hitchcock es la del temor a ser metido entre rejas, ese miedo a lo desconocido que queda perfectamente plasmado en la primera noche que ha de pasar Balestrero en la cárcel y que, en el fondo, no es más que la traslación a la pantalla de una de las turbaciones confesas de un episodio que sufrió en su infancia el propio realizador, justo cuando su padre, para imponerle un castigo, le obligó a dormir una noche en un calabozo de una comisaría londinense.

En Falso Culpable no sólo rompe con su tónica de adaptar novelas no muy conocidas por el gran público, sino que se atreve a contar, por primera y única vez, con un actor como Henry Fonda para dar vida a su temeroso protagonista; una interpretación magnífica que transmite al espectador la impotencia que siente su personaje ante la indefensión de los delitos que se le imputan. Un Fonda soberbio perfectamente secundado por Vera Miles, la que cuatro años más tarde sería la heroína de la inimitable Psicosis y que, para la ocasión, se metía en la piel de la sufrida Rose Balestrero, una esposa desesperada ante la posibilidad de ver a su marido encerrado, con nulas posibilidades económicas para sacar adelante a sus dos hijos y subsistir en medio de una ciudad que para ella se ha vuelto totalmente hostil.

Un Hitchcock atípico, en el que incluso el realizador cambia su cameo tradicional por una explícita introducción en la que alerta al espectador de estar a punto de enfrentarse a una historia real. Cine en mayúsculas, en donde el suspense habitual de sus películas se transforma en angustias tan tangibles y reconocibles como las provocadas por la injusticia y la indefensión. Un film que, visto hoy en día, sigue resultando igual de fresco que en su estreno. Y es que, en ciertas cuestiones, sobre todo sociales y políticas, hemos variado muy poco… más bien incluso hemos retrocedido un mucho. Descubran lo que les cuesta a la familia Balestrero llegar a fin de mes o pagar la factura de un dentista y encontrarán un sinfín de paralelismos con el mundo actual. ¡Qué grande era don Alfredo!

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