11.11.09

Encallado

Woody Allen regresa a su Nueva York natal para entonar la misma canción de siempre. Su título, Si la Cosa Funciona. Y, de hecho, sin ser nada del otro mundo y repitiendo sus esquemas habituales, la cosa le funciona un poco mejor que en su anterior título, esa postalita turística y sin contenido a la que bautizó como Vicky, Cristina, Barcelona. De todos modos, hay que reconocer que no supone un mérito excesivo el lograr un producto mínimamente más potable que el protagonizado por Bardem y la .

En Si la Cosa Funciona, Allen, por enésima vez, vuelve a hablarnos de la pareja y las relaciones humanas. Poca variación hay entre ésta y otras cintas suyas. Quizás el personaje principal sea mucha más mezquino que en anteriores ocasiones, razón por la cual (en un claro acto de cobardía) ha rehusado darle vida a su protagonista principal, encargándole tal misión a Larry David, un cómico de procedencia televisiva cuyas principales dotes son gesticular de modo exagerado y hablar a cien por hora. Un alter ego, soberbio y prepotente, que conducirá al espectador por caminos que ya le suenan demasiado: hombre mayor, amargado y separado, conoce a jovencita con la que se plantea iniciar una vida en común. Pigmalion y su particular Annie Hall.

El mejor acierto del film se encuentra en los personajes interpretados por Patricia Clarkson y Ed Begley, Jr, los peculiares padres de la joven protagonista (Evan Rachel Wood). Es más, hacia media película, cuando la cosa anda ya bastante encallada, la aparición de Patricia Clarkson rompe con la monotonía argumental y abre nuevas (y más divertidas) puertas a un producto que parecía totalmente estrellado.

A pesar de sus (poquitos) aciertos, Allen está bajo mínimos. Demasiado tiempo sin refrescar su cine. Los gafapastas de sus películas ya no motivan. Sus diálogos no sorprenden; ni siquiera son la mitad de ágiles que los de antes. Necesita nuevas fórmulas y, ante todo, distanciarse de ciertos temas que, en su filmografía, empiezan a ser agobiantes. Y el hombre, seguramente consciente de ello, intenta alguna que otra variación. Pero en este caso, buscando nuevos puntos de vista, la ha pifiado. La falta de ingenio le ha hecho cambiar sus agridulces finales por un the end de lo más dulzón y edulcorado, muy al estilo del Viva la Gente. Y eso, viniendo de un realizador como él, no hay quien se lo trague.

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