Terraferma supone una buena muestra del cine italiano actual; un cine al que le cuesta llegar a nuestras pantallas y que, sin embargo, como en este caso, es capaz de proponer un producto crítico y de emociones calibradas. Ambientado en una pequeña isla siciliana que ni siquiera sale en los mapamundis, se acerca a una familia de pescadores que, por cuestiones económicas, se han visto obligados a cambiar su oficio de toda la vida por el del negocio del turismo, alquilando su pequeña casa durante los meses de verano y ofreciendo su vieja barca para paseos marítimos guiados.
No conformándose sólo con eso, su director, el romano Emanuele Crialese, borda una contundente crítica contra la ley implantada por Berlusconi acotando demasiados márgenes en cuanto a la entrada de pateras procedentes del Norte de África se refiere, uno de los mayores problemas de la Sicilia actual; una ley fascista y castrante que incluso llega a prohibir a los marineros la posibilidad de socorrer a los inmigrantes ilegales, una norma que, por otra parte, siempre ha sido sagrada para la gente del mar.
A punto de ver desaparecer a la mítica Cinecittà con la excusa de la crisis, el neorrealismo quiere imponerse de nuevo en la cinematografía italiana. Terraferma es una buena prueba de ello: un film vibrante y comprometido, lleno de momentos emotivos y, al mismo tiempo, capaz de ofrecer, con un mucho de sorna, pasajes cercanos a los de la mejor comedia mediterránea. Un buen modo, éste, de suavizar escenas que, por su verismo, llegan a poner la piel de gallina.
Y hay más, mucho más, tras este brillante trabajo de Crialese, tal y como sucede con el interesante retrato de dos madres totalmente distintas en cuanto a raza y cultura, y que sin embargo son capaces de luchar contra viento y marea para sacar adelante a su familia. Por un lado Giulietta (excelente Donatella Finocchiaro), una mujer viuda y dispuesta a darle una vida mejor a su hijo adolescente alejándole de la dureza del mar y, por el otro, el de una etiope embarazada que, tras los pasos de su marido, ha entrado ilegalmente en Italia en compañía de un hijo pequeño. Dos mujeres en principio antagónicas y que, sin embargo, poseen más de un punto en común.
Un film humanista, sensible y altamente recomendable que, al menos en Barcelona, se ha estrenado de la peor manera posible: en poquísimas salas y con un mínimo de publicidad. Y es que, a veces, mostrar la realidad tal cual molesta a más de uno.
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