La España esperpéntica y cutre que tan bien retrató Berlanga en sus películas, aún existe. La historia de esa ancianita octogenaria de localidad zaragozana de Borja metida a restauradora, no tiene desperdicio. Todo lo que rodea a ese “Ecce Homo” de un siglo de antigüedad reconvertido en “Ecce Mono”, es digno del cine del maestro.
Rafael Azcona, ante tamaña crónica, ahora mismo estaría sacando punta a su lápiz para embarcarse en un guión cercano a las intenciones del magistral Plácido. Una mujer mayor, pintora de vocación; un párroco cascarrabias y un alcalde trepa capaz de las mayores felonías. Los personajes principales están listos. Detrás, una cohorte de secundarios a cual más grotesco y, para darle aún más vidilla a la cosa, un grupo selecto de monaguillos siempre atareados siguiéndole los pasos a la polvorienta sotana de un cura enfebrecido por el descubrimiento del lavaje de la pintura y por el interminable desfile de periodistas y cámaras de televisión que ello conlleva.
Una guinda del esperpento de la que Berlanga sacaría un gran film. Una caricatura de un país que, en pleno siglo XXI, sigue encallado en las desgracias y chorradas provocada por la miseria de los años 50. Sólo falta el casting. Chus Lampreave bien podría encargarse de dar vida a doña Celia, esa viejecita que, de forma espontánea, decidió restregarle un paño humedecido de Spontex a la cara de un Cristo de un siglo de antigüedad para dejarlo hecho un Cristo. A falta de Agustín González o Fernando Fernán Gómez, y en un acto de bravuconería populachera, personalmente optaría por Santiago Segura para encarnar al mosén de la parroquía… Y es que me lo imagino achuchando a la buena mujer al grito de “¡usted pinte y calle, señora, pinte y calle!”.
Antonio Resines da el tipo ideal para encarnar al alcalde, un hombre de tendencias fascistoides enfrascado en la lectura de un libro sobre la grandeza del imperio austrohúngaro. Y allí, siempre incordiando, a pequeñas dosis y otorgándole al film un suavecito aunque necesario toque de humor negro, muy en la línea de la grandiosa El Cochecito, Enrique San Francisco en la piel del hijo de la restauradora accidental.
¿Alguien se apunta a empezar ya con el guión?
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