23.4.15

Detective lisérgico


Paul Thomas Anderson se lo tiene creído. El tipo empezó bien y nos regaló dos joyas del nivel de Boogie Nights y Magnolia para, a ritmo acrecentado, pasar a empacharnos con pedanterías subidas de tono, como esa insoportable y minimalista Pozos de Ambición o la más reciente The Master, otro peñazo de mucho cuidado que hizo las delicias de los gafapastas del lugar. Ahora, habiendo sido nominado (de forma inexplicable) a mejor guión, vuelve a la palestra con Puro Vicio (traducción inapropiada de Inherent Vice, o sea, Vicio Propio), un ejercicio de petulancia supina basado en la novela de Thomas Pynchon.

Puro Vicio se ambienta en Los Ángeles de finales de los años 60, época en la que la psicodelia campaba a sus anchas y que se convierte en la excusa ideal para que el realizador californiano desbarre a tutiplén durante sus interminables dos horas y media de metraje. En ellas, un detective porrero y catador de todo tipo de alucinógenos, aceptará el encargo de una antigua novia para localizar el paradero de un promotor inmobiliario multimillonario que ha desaparecido del mapa. En su lisérgica investigación se irá cruzando con individuos de todo tipo y condición.

No negaré que sus primeros 45 minutos tienen su gancho. La cosa resulta graciosa y, aparte de los claros paralelismos con El Gran Lebowsky de los Coen que surgen de su colgado personaje principal, se respira una atmósfera que, a pesar de transcurrir en una década distinta, logra transportar al espectador a esas calles de Los Ángeles de los años 30 que pisaba Jack Nicholson en la inmensa Chinatawn de Roman Polanski. Cine negro y un toque de humor absurdo.


El invento, en un principio, parece prometer, pero pronto da un vuelco y la historia propuesta se convierte en un desbarajuste inexplicable, lleno de incongruencias narrativas y espesas lagunas difíciles de superar en las que se amontonan un sinfín de personajes a cual más alucinado y en nada perfilado. Una vez despertada la arrogancia autoral de Thomas Anderson, la cosa empieza a caer en picado y, de ser una obra satírica en clave de cine negro, pasa a convertirse en un calco desmadrado de las aventuras alucinógenas vividas por el Dr. Gonzo y Raoul Duke (alter ego de Hunter S. Thompson) en ese despropósito gigantesco de Terry Gilliam que atendía por Miedo y Asco en Las Vegas.


De nada le sirve a Puro Vicio contar con un casting ciertamente tentador: Josh Brolin, Owen Wilson, Reese Whiterspoon, Benicio Del Toro o Eric Roberts, entre otros muchos, ejercen de puras marionetas, sin apenas consistencia, para dar soporte a su protagonista principal, un desmadrado y cargante Joaquin Phoenix que sigue fiel en su empeño de dar rienda suelta a su histrionismo nato y en su perseverancia en convertirse en el rebelde del Hollywood actual. Y es que, últimamente, al amigo Phoenix no le soporto ni en pintura.


Paul Thomas Anderson, ese tipo que se cree un “autor” consagrado porque muchos (demasiados) le adulan sus películas, se podría ir a tomar el pelo a otra parte.


Más que Puro Vicio es pura caca. Caca de la vaca.

4 comentarios:

caligula dijo...

Hombre, se deja usted Punch, Drunk Love, que estaba simpática. Ya luego el Anderson se puso plasta y dejó que Daniel Day Lewis se pusiera a poner caras raras y a andar chungamente sin abrir la boca. Y más tarde ya no sé qué hizó porque no me interesaba, que ya me sé dormir yo solito en casa, en mi camita, que sale más barato que el cine.

y el coleguita Phoenix parece empeñado en llevarse el título a "el último tío raro que hace películas". Mu pesao también... qué hubiese sido de este tío de no morirse su hermano?

Spaulding dijo...

Es verdad, la del Punch Drunk Love tenía su coña marinera.

Anónimo dijo...

Hace tiempo que no pasaba por aquí, me alegra ver que esto sigue en marcha.
Aunque no podría estar más en desacuerdo con la crítica, Puro vicio no solo me parece muy buena y una adaptación muy difícil hecha realidad (¿alguien ha leído a Pynchon?), también me parece muy divertida, y no hay un solo minuto de aburrimiento. Anderson conoce su potencial, y sí, no le da vergüenza explorarlo, otros quizá deberían aprender. Es cierto que Pozos de ambición y The Master son muy asépticas, pero también muy interesantes, y la segunda vez que uno las ve saben a gloria. Como dice Pynchon: ¿Por qué las cosas deberían ser fáciles de entender? ¿Puro vicio? Puro vicio es una de las mejores películas del año, pero el tiempo ya la pondrá en su lugar.

Anónimo dijo...

"y el coleguita Phoenix parece empeñado en llevarse el título a "el último tío raro que hace películas". Mu pesao también... qué hubiese sido de este tío de no morirse su hermano?"

Por cierto, eso me parece tan fuera de lugar (por no decir algo mucho más fuerte)... Lo que sabe hacer Phoenix lo hacen muy poquitos.