La directora británica Sam Taylor-Johnson, la misma que
hace unos años (con el nombre de Sam Taylor-Wood) nos sorprendiera con un curioso biopic sobre los años mozos de
John Lennon (Nowhere Boy), se ha trasladado a Vancouver (Canadá) para, desde allí y disfrazándola para que
cumple las funciones de la ciudad norteamericana de Seattle, hacerse cargo de
la traslación cinematográfica del millonario best seller de la escritora E.L.
James Cincuenta Sombras de Gray.
En la cinta se cuenta la extraña relación que se
establece entre Anastasia, una joven estudiante de literatura que compagina sus
estudios con su trabajo de dependienta en una ferretería, con Christian Grey, el
potentado propietario de un inmenso imperio empresarial. Una relación que nace
cuando la chica, por encargo, le ha de realizar una entrevista al apuesto multimillonario;
una entrevista que, para ella, significará enamorarse automáticamente del
galán, un controvertido personaje que no busca ningún tipo de relación
sentimental con las mujeres, ya que sus tendencias sexuales son algo más
oscuras y peligrosas de lo que la virginal muchacha esperaba.
En Cincuenta Sombras de Grey, por mucho morbo que
quiera desprender a través de sus imágenes y siguiendo la misma estética videoclipera
de la ochentera Nueve Semanas y Media a la hora de afrontar sus escenas (en
teoría) más subidas de tono, se queda en un banal ejercicio de cine erótico
totalmente light que tan sólo contentará a ese público adolescente (ante todo
femenino) que busca historias romanticonas con dos protagonistas guapetones y, al
mismo tiempo, a un montón de marujonas, de las de misa cada domingo, que
creerán haber sobrepasado los límites de sus creencias religiosas al aceptar,
en silencio, un montón de escenas de
sadomasoquismo de lo más inocente y santurrón.
El trabajo de Sam Taylor-Johnson, a años luz de su
interesante Nowhere Boy, se apoya en un endeble guión (debido a Kelly Marcel,
la misma de la más conseguida Al Encuentro de Mr. Banks) que se muestra
totalmente incapaz de desarrollar mínimamente a sus dos protagonistas
principales y que se olvida, por completo, de darle un poco de presencia a unos
secundarios que tan sólo sirven para hacer bulto en medio de tanto desatino
argumental. Qué pena da, por ejemplo, ver pululando, perdida por ahí, a una
mujer de la talla de Marcia Gay Harden que acomete, con su mejor voluntad, el
rol de la madre del sadomaso de Grey.
La insulsez de Dakota Johnson dando vida a esa
Anastasia Steele que pretende reconvertir la oscuridad que rodea a su pareja en
una apasionante historia de amor o la endeblez interpretativa de un Jamie
Dorman metido con calzador en la piel del peculiar Christian Grey, en nada
ayudan a mejorar un producto con muy
poca “trempera” en su haber, a pesar de los endebles esfuerzos de su realizadora por
conseguir la calentura del patio de butacas.
125 minutos imposibles de digerir, incapaces de
poner a tono al espectador y que, en más de una ocasión, aparte de rozar el mayor
de los ridículos, caen en los mismos tópicos de las más cursis historias de
amor con las que el cine nos ha castigado. Y, por desgracia, teniendo en cuenta su última
escena, ya podemos empezar a temer una más que previsible secuela.
2 comentarios:
Teniendo en cuenta que el punto de partida eran unos libros infumables que pretenden ser escandalosos y se quedan en ñoños... en fin, que tampoco sorprende. Por lo que se ve, a la Dakota Johnson no le ha venido ni por su papá ni por su mamá la cualidad interpretativa. Y sí, habrá secuela... o secuelas, porque son tres las novelitas de aeropuerto de la tontería esta de Grey.
Vaya, por ahí decían que lo único decente era la interpretación de la Dakota. Aunque no pienso perder el tiempo en descubrir quién tiene razón. Esta cosa me interesa cero patatero.
Eso sí, curioso lo de los libros. Por lo visto el primero vendió la intemerata, pero por lo visto los otros dos, aún vendiendo mucho, se quedaron muy por detrás. Por lo que se dice, el primero era tan tan tan malo que mucha gente pasó de terminar de leerlo y mucho más de comprarse los otros dos.
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