29.1.15

El alemán que nos vuelve locos


Siempre Alice es un film pequeño, sencillo, que afronta con dignidad el proceso, en una mujer de cincuenta años, de una de las enfermedades más temidas de la actualidad, el Alzheimer, un mal neurodegenerativo que se manifiesta con una pérdida de la memoria inmediata para acabar anulando totalmente a la persona que lo sufre.

Dirigida al alimón por Richard Glatzer y Wash Westmoreland, lo mejor de la cinta se encuentra en el controlado y sobrio trabajo de Julianne Moore quien, por esta interpretación, ya ha conseguido un Globo de Oro y una nominación a los Oscar de este año. Ella da vida a la Alice del título, Alice Howland, una eminente doctora que imparte clases de lenguaje en la Universidad de Columbia, felizmente casada y con tres hijos, a la que, tras varios descuidos y lapsus mentales, se le diagnostica precozmente el mal de Alzheimer. Una actuación milimetrada, sin un ápice de histrionismo que muestra, de forma totalmente creíble y sensible, el empeoramiento progresivo de quien se ve afectado por la enfermedad.


Una brillante interpretación de Moore que, sin embargo, aún queda a años luz de la que realizó metiéndose en la piel de una actriz soberbia y en decadencia para Maps to the Stars, la última película de David Cronenberg , aún pendiente de estreno en España y que, por suerte, pude disfrutar en la última edición del Festival de Sitges.

Es tal el poder de esta mujer que, en el caso de Siempre Alice, deja en un segundo nivel los también interesantes trabajos de gente como Alec Baldwin (su marido en el film) o la joven Kristen Stewart quien, es esta ocasión y de forma efectiva, corre con el papel de la hija menor de Alice, un tanto la oveja negra de la familia por anteponer sus intereses personales y artísticos a la posibilidad de estudiar una carrera universitaria.


Siempre Alice, aparte de la fenomenal composición de Julianne Moore, no ofrece nada nuevo sobre el tema, aunque sí vale la pena remarcar que lo poco que nos da lo hace con una corrección absoluta, siempre de forma muy plausible y rehuyendo, en todo momento, el toque más lacrimógeno, esa lágrima fácil que siempre suelen buscar, de forma truculenta, este tipo de melodramas.


6 comentarios:

caligula dijo...

Señores, lamento comunicarles que ha fallecido Amparo Baró...

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/29/actualidad/1422523239_448225.html

Sin palabras, qué grande era para lo poco que medía. Era una delicia verla en el teatro.

El Señor Lechero dijo...

Vaya una semanita, que me dice un colega. Todo el mundo juvenil recordará a Amparo Baró como la Sole Huete de "7 vidas", pero yo (sin tener la suerte como micer Caligae de verla en teatro) al menos pude disfrutarla en "Estudio 1". Pedazo de actriz.

caligula dijo...

Pues sí, la vi y no hace mucho, hará como dos o tres años, haciendo Agosto. Al poco, hicieron la película y la cambiaron por Meryl Streep, y a Carmen Machi por Julia Roberts. Sinceramente, no le arriendo la ganancia y están tan estupendas las dos españolas como las dos americanas o más (aunque el teatro y el cine al final no tienen nada que ver)

https://www.youtube.com/watch?v=9s5_3dn3WIA

Y volviendo sobre la peli de la Moore que cuenta don Spa. Anoche tuve la suerte de ver Los Chicos Están Bien, donde aparece la Moore (Julian, no Demi, que nos liamos) y, aunque la Bening se llevó los alagos, muy merecidos por cierto (lo que debe odiar esta mujer a la Swank), la Moore no se le queda lejos ni medio centímetro. Que me gusta a mí esta mujer, que lo mismo también me he enamorao.

Spaulding dijo...

A pesar de los muertos, veo que usted sigue muy enamoradizo últimamente, don caligula.

caligula dijo...

Hombre, de Amparo Baró nunca me enamoré... y menos aún de Carmen Machi por muy bien que estuvieran en esa obra.

El Señor Lechero dijo...

Julianne Moore hace tiempo que es acreedora de un par de óscares.

No estoy de acuerdo en el hecho de que teatro y cine no tengan tanto que ver. Para mí, el primero es una escuela de la que se beneficia mucho el segundo. Desde cosas tan básicas como vocalizar (lo que nos perdemos, gracias a los cielos, al tener doblaje) a poder decirlo todo con una mirada (como hace Kenneth Brannagh en el petardo verbenero de la última de Jack Ryan).