15.12.14

El Quijote afroamericano


En 2001, con la excelente Training Day, Antoine Fuqua consiguió una de las mejores interpretaciones de un Denzel Washington en plena forma quien, dando vida a un policía corrupto, acabó alcanzando el Oscar al mejor actor por ese trabajo. Ahora, más de una década más tarde, el realizador vuelve a contar con el actor para el papel principal de The Equalizer: El protector, un thriller basado (muy a su manera) en la ochentera serie televisiva de idéntico título.

La cinta narra una historia protagonizada por uno de esos justicieros urbanos que tanta fama le dieron a Charles Bronson. En este caso, el Bronson de turno es el amigo Washington, Robert McCall en el film, un tipo solitario, metódico e insomne que, en su retiro cuasi espartano, intenta dejar en el olvido un pasado un tanto tenebroso; un pasado que volverá a asumir cuando, en defensa de una joven prostituta maltratada por los esbirros de una red mafiosa moscovita, vuelve a usar sus métodos expeditivos para impartir justicia.


Un punto de partida un tanto fachenda que, a pesar de la tranquilidad y lentitud con la que se aproxima al personaje, atrapa al espectador en una trama llena de pasajes de lo más virulento que son capaces de contrastar con la parsimonia exquisita con la que se desenvuelve el tal McCall; parsimonia que, por otra parte, es un claro reflejo del modo de afrontar la nueva vida que se ha propuesto esa especie de ermitaño resolutivo que, prácticamente sin la ayuda de nadie y siguiendo los adoctrinamientos de MacGyver, se transforma en un destructivo ejército letal cuando se le encabrona.


La nueva propuesta de Fuqua está más cercana a los productos que el desaparecido Tony Scott orquestaba para Denzel Washington que a las intenciones y a la estética de la antes citada Training Day, dejando rienda suelta al actor para que, a pesar de sus años (que no le pasan en balde), encarne a la perfección a un héroe de acción atípico, reflexivo y devorador compulsivo, en su silenciosa soledad, de literatura clásica (Quijote incluido, en clara referencia a su quijotesco personaje).

Es tanta la devoción que el director afroamericano demuestra por su actor principal que, en su fervor, se olvida de darles más presencia a nombres como los de Bill Pullman, Melissa Leo o Chloë Grace Moretz y deja que incluso David Harbour se desmadre a sus anchas interpretando al malo maloso de la película.


Un entretenimiento en estado puro que peca, sin embargo, de un excesivo metraje (dos horas y cuarto de proyección) y de alguna que otra laguna en su guión. Pero todo es perdonable, incluido ese tono fascistoide que acompaña habitualmente a cuantos justicieros urbanos nos ha brindado el Séptimo Arte.

1 comentario:

caligula dijo...

Bien entretenida la peli, me moló cómo hacía las escenas de acción, sobre todo la primera en el despacho del ruso. Aunque el giro argumental a media película cuando descubre su pasado me pareció un pelín forzado.