18.9.14

La autopista de la vida


El inglés Steven Knight, con Locke, ha orquestado todo un interesante ejercicio de estilo comparable al que hizo Rodrigo Cortés con Buried. Aquí no hay ataúdes ni enterrados en vida: su protagonista es Ivan Locke, un hombre que durante un trayecto en automóvil de hora y media de duración, verá cambiar su existencia de forma radical. Su vida laboral y sus relaciones matrimoniales y familiares están pendientes de un hilo. Sólo cuenta con el teléfono para evitarlo.

Al igual que en Buried, hay un único personaje y un teléfono. Un hombre al volante de su automóvil y con un móvil que le acercará (o le alejará, según se mire) con el resto de la humanidad. Un viaje inesperado (pero necesario) y un sinfín de decisiones que tomar en el tiempo límite que dura su desplazamiento.


Un film arriesgado y valiente que, a pesar de transcurrir todo en el interior de un automóvil y con un solo protagonista, atrapa totalmente al espectador gracias a las tensas y dramáticas situaciones planteadas en su brillante guión, a la naturalidad con que se van sucediendo sus numerosos diálogos y, ante todo, a la magnífica y contenida interpretación de un Tom Hardy en estado de gracia, capaz de no caer jamás en la sobreactuación y creando, al mismo tiempo, un personaje con el que resulta muy sencillo identificarse: un tipo normal al que, en cuestión de minutos, puede derrumbársele su pequeño universo.

La noche. Las luces de otros automóviles. Luces de neón. El sonido de la autopista. El sonido del móvil. Hora y media de trayecto. 90 minutos para llegar al final del recorrido y replantearse la existencia. Un film tan realista que llega a sorprender por su valentía y honradez. No es necesario complicarse mucho la vida para hacer una gran película (aunque sea de pequeño formato). Ésta es un buen ejemplo de ello.


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