Hipócrates no es una película más sobre hospitales. Nada
que ver con House o con esa sarta interminable de series televisivas nacidas al
amparo de Urgencias o, alejándonos en un tanto el tiempo, con Centro Médico.
Hipócrates emparenta más, por ejemplo, con esa contundente y setentera Anatomía de un Hospital de Arthur Hiller que con cualquiera de los títulos antes
citados, tanto por el dibujo de la precariedad laboral que sufren los trabajadores de la
Sanidad pública hoy en día como por ese espíritu crítico con el que su
director, el francés Thomas Lilti, afronta su segunda trabajo tras la cámara.
Los recortes presupuestarios en el sector, los
absurdos protocolos médicos a seguir que se muestran incapaces de respetar la
voluntad de los pacientes en cuanto a últimas voluntades se refiere o los
errores médicos derivados de una mala gestión hospitalaria, son sólo algunos de
los temas que trata, con contundencia, el film de Lilti, un hombre conocedor de
la materia, pues había trabajado como galeno en un centro público.
La película sigue los pasos de Benjamin (espléndido Vincent Lacoste), un joven
residente que inicia sus prácticas en el hospital dirigido por su propio padre
y que, a pasos agigantados y en compañía de otro interno procedente de Argelia, empezará
a descubrir la desidia que provoca, entre sus compañeros, la falta de recursos
económicos y sanitarios para paliar el dolor de sus pacientes. El silencio como norma por parte de
la Dirección y de la Administración ante ciertos problemas de envergadura,
agravarán los problemas de un centro sanitario totalmente inestable y en
decadencia.
Una cinta inteligente y tan honesta consigo misma
que, aparte de loanza implícita al esfuerzo del colectivo de trabajadores de la
Sanidad por realizar sus tareas bajo mínimos, no esconde, por ejemplo, que, en ocasiones, el
cuerpo médico, excepto honradísimas excepciones, se deja llevar más
por los intereses propios y de la Administración (tapando incluso sus oscuros trapicheos)
que por el bienestar de los enfermos ingresados.
Un producto necesario, valiente y, en parte,
aterrador. La Sanidad Pública, en la actualidad, está hecha una puta mierda. Y
no sólo en Francia. En España, lo que están haciendo con ella, ya es de juzgado
de guardia. No dejemos que nos la quiten para machacarnos con privatizaciones
abusivas, pues la Sanidad no es un negocio, por mucho que cuatro gángsters impresentables se
empeñen en ello. Y un buen primer paso para evitarlo, es dando soporte a este
interesante trabajo de Lilti.
6 comentarios:
Sí, tienes razón, pero si ese juzgado de guardia está vendido a los poderes fácticos, apaga y vámonos
Como en el tribunal constitucional, minúsculas, que están untados de mierda hasta arriba
Y es que de europa y sus consejos vienen estas ganas, poco a poco, de hacerse con el rico negocio de la salud.
Nos están achinado en el trabajo mientras nuestra sociedad y salud se yanquiza de mierda. Como su presidente al que le dieron el nobel de la paz para hacer la guerra
Hay que joderse.
El poderoso se endiosa tanto que se eleva a los altares de la riqueza y es tal el poder que le confiera finalmente en él de forma vil olvida su procedencia y luego depreda sobre la sociedad de donde sale. Tal poder alcanza y le da tan poca importancia a los demás que su desarraigo es capaz de matar a cualquier otro sólo por eso, por parecerle un perfecto extraño.
En la sociedad somos prescindibles y el sistema inventado y manejado por ellos nos lleva a no representar nada para estos, sólo cuando hay pérdidas.
¿De los jueces? Cuándo se conozcan los que están de mierda hasta las orejas se levantará nuevamente la sociedad para repetir la historia.
La peli es cojonuda
Saludos
Don Spa, tome nota de esta noticia:
don Vicente Aranda ha fallecido. Tenía 88 tacos (pues no los aparentaba mucho). Una lástima... no es que fuera uno de mis favoritos pero hay que reconocer que Amantes estaba muy interesante.
Se me ha adelantado micer Caligae. Siempre pensé que lo suyo era cine de culos y tetas recubierto de mensaje profundo, pero se nos va otro clásico.
Pues nada. Hoy le he rendido mi humilde tributo.
Curiosamente, llegué a entrevistarlo para una radio de Barcelona en donde, hace ya muuuuuchos años, hacía un programa de cine. Fue con motivo del estreno de Tiempo de Silencio, una de sus buenas películas.
No es usted más rancio y aburrido porque ya existe el Boyero, porfavor...
No conocía Hipócrates y me han entrado muchas ganas de verla. Tampoco conocía este blog y a partir de ahora me pasaré a menudo a leerte Spaulding. Felices vacaciones. Un saludo!
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