Hoy toca empezar el 2014 con lo peor de la cosecha
cinematográfica del 2013. Voy directo al grano. Y, como siempre, de lo peor a
lo más peor: del 10 al 1.
10.- Elysium. Con este film, el sudafricano Neill
Blomkamp, ha querido repetir el éxito conseguido hace 4 años con su estimulante
y original District 9. De hecho, se trata igualmente de otro producto de
ciencia ficción, ambientado también en una sociedad futurista en donde los
pobres viven en pésimas condiciones sobre la faz de la Tierra, mientras que los
millonarios se han montado un lujoso planeta artificial, en una estación
espacial, denominado Elysium. La idea genérica tiene su gracia, pero la cosa ya
empieza perdidísima: repite constantes (aquí ya desgastadas) de su trabajo anterior
y se ampara en un guión tan ridículo como poco creíble, de esos que se atragantan
a cada nueva escena. Matt Damon hace lo que puede (o sea, poquita cosa),
mientras que Jodie Foster da vida, de forma alarmantemente patética, a una
malvada de tebeo barato. Para mear y no echar gota.
9.- El Atlas de las Nubes. Un collage deslavazado y
con pretensiones filosóficas de tres al cuarto, urdido a tres manos (¿o serán
seis?) por los inventores del dichoso Matrix (Andy y Lana Wachowski) y Tom Tykwer,
el de El Perfume. Una empanada mental, de casi tres hinchadísimas horas de proyección,
que indaga en las causas y efectos futuros para toda la Humanidad de las
acciones individuales. Seis son las historias por las que se mueven los tres
directores; seis fabulas que van alternándose de manera aleatoria a lo largo de
su dilatado metraje, un tanto sin orden ni concierto y con mínimos puntos
confluentes, desde el siglo XIX al XXIV, del esclavismo a un futuro desolador,
pasando por un presente marcado por las fuentes energéticas y en donde sus
protagonistas principales (patéticos Tom Hanks y Halle Berry, entre otros
muchos) dan vida, cada uno de ellos, a más de media docena de personajes
distintos, a veces a través de un trabajo de maquillaje modélico y, otras, de una forma bastante ridícula y acartonada. Un cansino baile de máscaras ciertamente
agotador y grotesco. Tanto director para un desaguisado presuntuoso y de
envergadura faraónica: querían un film de culto y se ha quedado en una bronca
de mucho cuidado.
8.- Bestias del Sur Salvaje. Disfrazada de alegoría
poética y plagada de simbolismos, la ópera prima del neoyorquino Benh Zeitlin
se acerca a los miedos infantiles de la pequeña Hushpuppy, una niñita de 6 años
que malvive, junto a su padre y sus vecinos, en una olvidada comunidad de una
zona pantanosa cercana al Mississippi. La idea, en un principio, es buena:
explora el mundo de la pobreza y, al mismo tiempo, intenta esbozar un comprometido
canto ecológico, pero su narrativa, a golpe de numerosas segundas lecturas y
metáforas, acaba resultando de lo más indigesto e irrisorio, amén de pedante.
Por si no tuviera suficiente con tantas alegorías, se dedica a marear al
espectador con la utilización de un director de fotografía tocado de Parkinson
quien, cámara en mano y sin ton ni son, se dedica a seguir las desventuras de
la cría protagonista mediante un sinfín de vaivenes tremulosos ciertamente
molestos. Para visionar llevando unas cuantas biodraminas en el bolsillo.
7.- To The Wonder. No teniendo suficiente con el
peñazo de El Árbol de la Vida, Terrence Malik se saca de la manga una especie
de suplemento a tal innombrable film para volver a explorar en las relaciones
de pareja y, ante todo, a divulgar, pese a quien pese y a voz en grito, que
Dios existe. Una nueva tortura cinematográfica, de tratamiento fotográfico
similar al de un inacabable spot publicitario y que, a pesar de tratarse de una
especie de culebrón televisivo barato, sabe disfrazarlo de falsa trascendencia
para que los cuatro contados entusiastas de su obra le aplaudan a rabiar. Prácticamente
sin diálogos, la cinta se apoya en una serie de imágenes fragmentadas (¡cinco
montadores ha necesitado el muy soberbio!) adornadas por las voces en off de la
mayoría de sus protagonistas: pensamientos y divagaciones de una petulancia
que, por su insistencia, llegan a rozar el ridículo. Un inaguantable y
vanidoso sermón cinematográfico. Lo que les digo: una mierda pinchada en un
palo.
6.- Oblivion. Dirigida por Joseph Kosinski, se trata
de un trabajo pretencioso, lleno de numerosas concesiones a la taquilla, que,
en el fondo, no es más que otro descarado producto para potenciar la figura de
su protagonista principal, Tom Cruise, todo un experto en robar planos a sus
compañeros de profesión. Las intenciones del film, claramente futurista, en un
principio son buenas. Pero no pasa de las intenciones. Pretende recuperar el
espíritu más clásico del género homenajeando a títulos punteros del mismo, pero
se pierde en un maremágnum de lagunas y episodios en nada clarificadores,
convirtiendo la historia planteada en una losa (a menudo indescifrable e
ilógica) para el espectador. La historia que plantea se apoya en un guión enmarañado
y pésimamente plasmado, con lo cual lo único que consigue es que no avance en sentido
alguno. Un producto fallido, aburrido y torpemente abultado. A años luz de los
grandes clásicos de la ciencia-ficción a los que pretende acercarse.
5.- Los Amantes Pasajeros. Pedro Almodóvar ha
intentado un retorno a la comedia “loca” y “popera” que tan bien le funcionó en
los 80, pero los tiempos han cambiado y su teórica irreverencia ya no es ni fresca
ni inspirada. Una sátira forzada, sin gracia alguna y alarmantemente
amariconada, sobre los films de tragedias aéreas. Llena de personajes e
historias estereotipadas, lo único que en realidad le interesa al director
manchego es potenciar al máximo al trío de azafatos “locuelos” encargado de la clase VIP de un avión:
tres mariconas que parecen escapadas de esas comedias cutronas con las que
Ozores y similares nos castigaban en los 70, aunque muy pasados de rosca,
hablando sin parar de nabos y pollas y cuya cumbre escénica se localiza en la
insoportable coreografía del tema I’m So Excited de las Pointers Sisters. Ese
desmadre obsceno que en Pepi, Luci y Bom tenía gracia debido a su carácter
transgresor, repetido treinta años después resulta patético, extremadamente
falso y decadente. Soporífera, monótona, sin (puta) gracia y sin un guión
mínimamente coherente. Una burla total, sin sentido, construida a golpe de rabos y culos. Con Almodóvar hemos topado.
4.- Sólo Dios Perdona. Tras el éxito de Drive, Nicolas
Winding Refn vuelve a contar con Ryan Gosling como protagonista quien, en esta
ocasión y en consonancia con la película, hace alarde de una interpretación de
lo más cargante e inexpresiva. Dotada de una cuidadísima y rojiza fotografía,
el film, salpicado con pasajes de violencia extrema, está narrado con una
lentitud exasperante y, a pesar de las intenciones de su realizador por urdir un
producto complejo, se trata de un trabajo de los más simple: no es más que el
reflejo de una venganza (de las de toda la vida) complicada con retazos
pretenciosos de gran cine de autor. Ni siquiera la presencia de una
sobreactuadísima Kristin Scott Thomas logra hacer olvidar la pedantería que
destila su metraje. Sexo, violencia, impotencia y cobardía: las cuatro
claves básicas de un film que, a pesar de su opulencia visual y descriptiva,
dejan claro la petulancia que se esconde tras su creador. Y es que no hay nada
peor que querer ser David Lynch sin ser David Lynch. Un trabajo sin término
medio: o se le ama o se le odia. Personalmente, me apunto a la segunda opción. Y
es que empiezo a sospechar que su anterior película se la hizo otro.
3.- El Muerto y Ser Feliz. Javier Rebollo nos ha
vuelto a ofrecer un bollo; un bollo total y absoluto. Un producto ofensivo, de
esos que hacen las delicias de los gafapastas y que, en realidad, aburren hasta
a las musarañas. Una historia absurda, lenta y monótona que, disfrazada de
road-movie, amaga todo un festival de pedanterías sin parangón. Protagonizada
por un esforzado José Sacristán (lo mejor del invento, sin discusión alguna) y
dotada de un guión minimalista, pretende narrar las aventuras y desventuras (eso
de “aventuras” es un decir) de un asesino profesional que, tras serle diagnosticada
una enfermedad terminal, emprende su último viaje por carretera en compañía de
una mujer a la que recoge por el camino. Sin prácticamente diálogos, la cosa se
apoya en un par cansinas y absurdas voces en off que, de manera tediosa, machacan
los oídos del espectador. Una rebollada de envergadura.
2.- The Master. Paul Thomas Anderson, con su
engreimiento, tienes ganas de competir directamente por el título de “broncas”
con el amigo Terrence Malik. Tras la insoportable
Pozos de Ambición, ahora nos la ha colado con su nueva cinta, un trabajo igualmente
insufrible que sigue idénticos derroteros que los citados pozos. Ambientada en
la Norteamérica de los años 50, justo al terminar la 2ª. Guerra Mundial y a
través de un dilatadísimo, reiterativo y agotador metraje, narra la relación de
amor y odio que se establece entre dos personajes de lo más esperpéntico: un
antiguo combatiente alcoholizado (un histriónico y encorvado Joaquin Phoenix) y
un profeta sectario dispuesto a embaucar al personal con su nueva religión
(Philip Seymour Hoffman, que siempre está bien aunque interpretando a una boñiga).
Al realizador le encanta colgarse en interminables planos y en situaciones tan
imprescindibles como redundantes, absurdas e incluso vacías, que muy poco
aportan a la película. El hombre persiste en su empeño por potenciar ese
minimalismo -tanto narrativo como visual y musical- con el que ya nos castigara en su anterior
film: con la etiqueda de "pedantillo" a cuestas y bajo ese disfraz de
“autor” que tanto le gusta exhibir, se dedica a engatusar a sus seguidores con
su apelmazada doctrina, al igual que hace el líder espiritual de su película
con sus adeptos. Odio que me tomen el pelo a golpe de falsas coartadas
intelectuales.
1.- La Gran Belleza. Paolo Sorrentino nos castiga
con una de las mayores petulancias de la temporada. Claramente influenciada (o,
mejor dicho, copiada) por la obra de Federico Fellini, Sorrentino se plantea un
retrato de la Roma actual a medio camino del Fellini 8 ½, La Dolce Vita y Roma.
Aparte de la brillantez con la que Toni Servillo asume el protagonismo
principal, de la espléndida fotografía de Luca Bigazzi o de la efectiva (aunque
repetitiva) partitura musical compuesta por Lele Marchitelli, no busquen nada
más en esta cinta. Ni siquiera un mínimo de coherencia argumental, pues la
historia navega entre sus alardes de postal turística romana, los pensamientos
de su personaje principal -un escritor cincuentón, insolente y snob que vive de
la fama obtenida de su única novela publicada veinte años atrás- y el incesante e insustancial desfile de numerosos seres fellinianos. La nada más absoluta. 142
interminables minutos al servicio de una de las mayores tomaduras de pelo del
cine italiano actual que, de forma sorprendente, en los recientes Premios del
Cine Europeo, obtuvo los galardones de Mejor Película y Mejor Director del
2013. Presuntuosa y cansina: de juzgado de guardia. Para aburrir el cine de por
vida.
¡Que tengan un feliz 2014! Nos leemos después de Reyes.
4 comentarios:
muy bueno, me gusto
Creo que las criticas son bastante acertadas, me gustó mucho leerlas.
Un saludo y animo!!!!
Ups... vaya! aquí tampoco está Nynphomaniac (jejeje)
Por suerte, me he librado de dejarme mis euros en estas películas y eso que me ahorro. Eso sí, echo en falta en la lista esa cosa de terror titulada Mamá que me pareció una tomadura de pelo en toda regla.
Por cierto, se me ha olvidado comentar en los diez más mejores la falta, en mi opinión, de Siete Sicópatas, con lo bien que habló usted de ella (gracias por recomendarla, a mí me encantó). Y, al contrario que mucha gente, ha dejado en lo peor la de las Bestias del Sur Salvaje y ni nombra Mud, que aparecen en las listas de todos los demás, pero yo estoy de acuerdo con usted, don Spa.
Estuve a punto de poner 7 Psicópatas entre las 10 mejores... pero al final quedó relegada a pesar de ser una muy buena (aunque incomprendida) película.
Nymphomaniac no pienso verla hasta que estén las dos partes en cartel. A lo mejor hasta me espero a que salga en DVD.
Publicar un comentario