El segundo día de festival no podía empezar peor.
Aún con las legañas puestas, a las 8.15 de la mañana, hemos asistido a un
despropósito descomunal: The Love Witch, un interminable film norteamericano de
dos horas de duración que, dirigido por Anna Biller, es todo un manifiesto
feminista de los más retrógrado que, entre otras cosas, cuenta la historia de
una atractiva bruja que filosoféa con el universo de los machistas al tiempo
que, con sus pócimas y chorradas, se camela a todo tío que se le planta ante
sus narices cuando, en realidad, con sus muy particulares conjuros, pretende
dar con el amor verdadero. Dotada de una verborrea desmesurada, lo único
interesante de la desfasada propuesta se encuentra en su conseguida estética
sesentera y en las descomunales minifaldas de su tentadora protagonista (una
tal Samantha Robinson) la cual, por otra parte, no da muestras de ser muy
diestra en esto de la interpretación (al igual que el resto de su poco seductor casting). Más que un largometraje, da
la impresión de encontrarnos ante una teleserie de los 70, de las más
flojas, de esas de media horita justa por episodio, aunque alargada hasta
extremos insoportables. Sólo le faltarían las risas enlatadas para dar
totalmente el pego. Caca de la vaca. Si les he de ser sincero, no resistí hasta
el final de la proyección.
A continuación, y subsanando los desatinos de The
Love Witch, un producto sólido y redondo, de esos que yo denomino como “cine de
verdad”, para los de la vieja escuela. Se trata de Hell Or High Water
(pendiente de estreno en España bajo el alucinante título de Comanchería), un
thriller polvoriento y sudoroso que, dirigido por el británico David Mackenzie
(el mismo de Starred Up), nos traslada a la América rural de Nuevo Méjico para
narrarnos la historia de un par de hermanos que, con el fin de saldar una deuda
familiar con los bancos, se dedican a asaltar pequeñas agencias de una entidad
bancaria muy concreta ante la atenta mirada de un obstinado y cascarrabias sheriff local que,
a punto de jubilarse, intentará atrapar a los atracadores. Su compacto guión
(lleno de diálogos inolvidables, como los de antes) y la fuerza del personaje
del policía creado por un impresionante Jeff Bridges aún en plena forma, así como los buenos
trabajos de unos sorprendentes Chris Pine y Ben Foster, hacen de ésta una de
las mejores películas vistas en el certamen hasta el momento. Si a todo ello le
suman un puntito de humor de lo más cínico, un inevitable toque de tragedia y
la solidez de la crítica social y política que lleva implícito en su argumento,
tendrán ustedes un film de visión obligatoria. Para sacarse el sombrero.
Personalmente, he rematado la jornada con otro estimulante trabajo, Melanie: The Girl With All the Gifts, un film fantástico
que, dirigido por el también británico Colm McCarthy (un hombre criado en el mundo de la
televisión) enfoca el sempiterno tema de los zombis desde un punto de vista
distinto y un tanto innovador ya que, en esta ocasión y partiendo de una nueva
hecatombe zombi, la cinta se inicia en una base militar cercana a la ciudad de
Londres en la que un grupo de investigadores, capitaneado por una científica
muy poco escrupulosa, estudia a un conjunto de niños que, sin ser muertos
vivientes, poseen idéntica sintomatología que los zombis, empezando por esa desmesurada afición por darle bocados a la carne humana. La cinta tiene gancho,
es magnética y posee escenas ciertamente tensas y perfectamente planificadas.
Protagonizada por gente tan efectiva como Gemma Arterton y Paddy Considine,
vale la pena destacar la labor interpretativa de la pequeña Sennia Nanua (la Melanie del título) y la
curiosidad de ver en un producto de este tipo a una mujer como Glenn Close
quien, con su savoir faire habitual, lleva a buen término el personaje que le
ha sido encargado: el de la científica perversilla de turno. Un film
inteligente y bien narrado que, sin embargo (y es una lástima), falla en la poca consistencia de
su escena final.
Por hoy, más que suficiente. Permanezcan atentos a
sus pantallas, que habrá más. Palabra de Spaulding.
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