28.10.05
Themroc
Mi televisión y otros enseres habituales están retenidos y desconectados, colocados en los boxers provisonales en espera de disparo de salida. En estos precisos momentos, ir a un cine a ver una película, salpicado el rostro y el cuerpo de numerosas gotas de pintura, me parece una utopía, El salon-living-comedor (o como quieran llamarle al espacio más recurrido del domicilio) está vacío, en pelota picada. La pintura es lo primero. Y, aparte, a mi mujer y a mí (por qué negarlo), nos ha entrado la neura por renovar el decorado de la estancia, con lo cual nos hemos visto obligados a desmontar todos los muebles. Y ello implica, por ejemplo, tener que vaciar las estanterías de deuvedés, compactdiscs y viejos vinilos. Un esfuerzo del que aún se resiente mi ajada columna vertebral. Abajo tienen una muestra fotográfica del montón de material acumulado... Y todo ello sin contar con los más de dos mil uvehacheses aposentados en otros lugares estratégicos de la casa.
Sábado y domingo. Dos días anhelados por la mayoría de gente y que, en este caso, serán una tortura física para mí. Hoy hemos empezado con la primera capa de pintura del salón. Y sólo hemos terminado un tercio del mismo... ¡Joder, qué complicado resulta esto de la brocha y el rodillo! El fin de semana no será precisamente de descanso... Y cuando pienso que aún falta todo el techo, cada vez tengo más claro que, o bien, Miguel Ángel estaba como una cabra o era un masoquista de tomo y lomo.
Por cierto. Reciclando he visto que tengo varios vinilos de The Beatles, Rollings y Elton John (en bastante buen estado), entre otros muchos, que a lo mejor serían de interés para alguno de ustedes.
Me parece que hasta el lunes me pido fiesta de éste (su) blog.
Un beso en la frente a todos. Y vigilen no les manche.
25.10.05
Pepe Gotera y Otilia
Aún faltan muchos metros cuadrados por pintar, estanterías llenas de deuvedés y cedés de audio que vaciar. Estamos con el salón. Y aquí es donde, finalmente, me he decidido a acudir en su ayuda, no sea que la buena mujer se me vaya a romper en mil pedazos.
Toda la tarde he estado vaciando el inmenso mueble del salón. Estoy dolorido por todas partes. Y mañana me estrenaré en el arte de la pintura casera. No se extrañen si la página no se actualiza a diario, pues el nivel de visionado de películas (como es lógico) bajará enormemente.
De todas maneras, les iré informando, más o menos, de mis avances (o retrocesos) con el pincel. La verdad es que nunca he sido muy dado a los trabajos manuales y bricolages varios. Pero si Miguel Angel pudo con el techo de la Capilla Sixtina, yo podré con las paredes del comedor... como mínimo.
Les dejo, pues voy a prepararme un gorrito con papel de periódico para no llenarme la calva de goterones.
24.10.05
¡El cielo se me cae encima!
Cada libro nuevo que sale sobre ese maravilloso par de galos, inevitablemente pasa a formar parte de mi colección. Hoy ha caído la última entrega, ¡El Cielo Se Nos Cae Encima! No la he leído aún. Y no creo que lo haga, pues las últimas me defraudaron tanto que no quiero romper los buenos recuerdos a los que me remontan esos tebeos. Desde que Goscinny murió, sus historias no son las mismas. La inteligencia que rezumaba el desaparecido guionista no la ha sabido reciclar Uderzo. Una lástima. Sus dibujos siguen siendo brillantes y únicos. Pero esa pequeña aldea gala, rodeada por los campamentos romanos de Aquarium, Babaorum, Laudanum y Petibonum, nunca volverá a ser la misma sin Goscinny.
Por suerte aún quedan los numerosos libros realizados entre ambos. Los iconos en los que se han convertido las figuras de Astérix y Obélix seguirán vivos durante toda la vida. Y, al mismo tiempo, tal y como he hecho hoy, cada vez que Uderzo publique nuevas historias de los dos galos, seguiré comprándolas. Todo un ritual emotivo.

Les parecerá una tontería, pero Astérix y Obélix significan mucho para mí. Siempre los he asociado con un periodo que lamentablemente jamás volverá a repetirse. Esos familiares y amigos que ya han marchado... esas ilusiones nunca cumplidas. Es jodido, pero en esta época siempre me da un bajón. El sol desaparece demasiado temprano. Todo tiene un color grisáceo bastante desapacible. Y, a veces, en estos momentos un tanto desnivelados, me viene esa terrible y puñetera añoranza difícil de vencer.
Cuanto daría, ahora mismo, para estar compartiendo una cerveza con mis dos primos, Josep Maria y Paquito, hojeando el nuevo libro de Astérix. Se fueron demasiado pronto. Por suerte, a ellos ya no les podrá caer el cielo encima.
22.10.05
Juegos de Otoño (III)
Vamos a por otra película, aunque antes les voy a dar un pequeño consejo para que puedan acertarla a la primera de cambio. A ser posible, reflexionenan ante la foto y la frase en horas nocturnas. Es la mejor manera de adivinarla.

20.10.05
Fechas malditas
Difícil es escribir algo sobre una persona cuyo mundo eran las letras y que se expresaba, a través de ellas, de manera tan extraordinaria.
Lo mejor es recurrir a sus propias palabras.

Putas, quinquis y pasteleros

Ayer, gracias a Canal +, pude descubrir finalmente que había tras ese título tan espantoso que, por lo que parece ser, fue debido a una imposición de la productora. La película se inspira lejanamente en una de esas noticias pequeñitas que aparecen, a diario, en los periódicos y que, en el fondo, forman parte de la sustancia más agridulce, macabra y cutre de nuestro país. Para entendernos (y desde el punto de vista más cinéfilo), el film de Ramón de España habla de un caso con ciertos paralelismos con la historia que Fernando Fernán Gómez plasmó en una de sus obras maestras, El Extraño Viaje.
Putas, delincuentes, vividores, estafadores, criminales, detectives y pasteleros son algunos de los personajes que dan cuerpo a Haz Conmigo Lo Que Quieras. La calentura de un viudo solitario y pueblerino, las triquiñuelas de una joven muchacha dispuesta a vivir gracias a la segura rentabilidad de su sexo y las memeces de un tipo peleón, expulsado de la Legión, enamoradizo y que se gana la vida persiguiendo a morosos disfrazado de conejo, son los principales ejes sobre los que se mueve el film.

La cinta está narrada bajo el punto de vista de la comedia. Su humor es cínico, ácido y negro. Podría ser mucho más negro y haber apostado por el gran guiñol, una de las características que, en parte, definió la cinematografía de nuestro país durante muchos años (como ejemplo la citada El Extraño Viaje y la excelente La Semana del Asesino de Eloy de la Iglesia). Pero es en este punto que -precisamente cuando tendría que haber optado por la óptica más macabra y brutal-, Ramón de España se queda un tanto anquilosado y opta por suavizar su parte final. El enfant terrible de la prensa española demuestra no ser tan terrible y decide enseñarnos su aspecto más plácido y bonachón. Por suerte, no hay moralina, pero no entra a saco como hubiera debido y, de manera equívoca, evita caer en la tragicomedia que esperaba el espectador. Se muestra demasiado benévolo con sus personajes principales (ante todo con el personaje del ex legionario) e incluso, a algunos de ellos, les ofrece una salida beneplácita para purgar sus pecados.


19.10.05
Ustedes lo han querido: LA PATRULLA PERDIDA

El planteamiento de Ford es atractivo y nunca visto en esa época. Pero los años no han pasado en balde. Es por ello que la cinta, vista hoy en día, puede parecer demasiado desfasada. La mayor parte de sus actores, procedentes del cine mudo, aún no se habían adaptado al sonoro con lo cual, sus interpretaciones, resultan exageradamente teatrales y casi mímicas. En este aspecto, se ha convertido en un film un tanto rancio y desfasado. Boris Karloff, por ejemplo, es quien más se resiente con su histriónica interpretación, pues el llamado por muchos el hombre de las mil caras hace gala, de manera involuntaria, de su mote pues en cada uno de los planos en los que aparece demuestra que dominaba, como nadie, las muecas de terror y pánico, aunque fuera tan forzado y falso en sus ademanes y posturas que con ellos rompiera cualquier atisbo de realidad en su personaje.

A lo largo de toda su carrera John Ford fue acusado, de manera bastante injusta, de mostrarse excesivamente militaristas en la mayoría de sus películas. En contra de esas acusaciones, en esta cinta en concreto, volcó su personal discurso sobre la absurdidad de las guerras, al tiempo que denunciaba lo cazurros que, en determinados momentos, pueden resultar algunos militares de alta graduación en momentos de crispación. Precisamente por culpa de uno de ellos y de la ineptitud profesional demostrada por éste, el batallón del título acaba perdido y al amparo del enemigo.

Años más tarde, John Ford iría superándose así mismo de manera asombrosa, convirtiéndose en uno de los directores más reputados (y también discutido por ciertos sectores) de la historia del cine.
18.10.05
Una magistral clase de interpretación

La corrección con que Radford afronta el reto es envidiable, a pesar de que en su metraje (más de dos horas de proyección) haya más de un altibajo en su narración. Le cuesta pasar del melodrama implícito en la historia al sutil toque de comedia con que el inmortal escritor inglés adornó su obra. Y ese latente desnivel se acentúa, aún más, cuando salta de la tensa relación entre el judío Shylock y el comerciante Antonio al dicharachero y humorístico tratamiento con que plasma el caricaturizado universo de la bella Portia y sus adinerados pretendientes.

La película habla de la usura, arremete contra la avaricia y deja bastante mal parado al colectivo judío de aquella época. Un juego de mentiras, trucos y engaños -en los que la ambigüedad sexual también está presente- componen los principales ingredientes del menú. Y, delante de éstos, dos grandes actores: Al Pacino y Jeremy Irons. Cada vez que aparece cualquiera de ellos, el film cobra una entidad especial. Y cuando lo hacen juntos, cara a cara, el silencio más estremecedor recorre el patio de butacas. Toda una inolvidable lección interpretativa de la que sale ganador el norteamericano. Al Pacino está SOBERBIO (con mayúsculas). Tanto es así que la buena e indiscutible labor de Irons queda un tanto difuminada al lado de la majestuosidad con que Pacino construye el personaje de Shylock. Ríe, llora, sufre, maquina y despotrica de la manera más natural. No hay sobreactuación que valga. Y es que ese tipo, desde hace años, está despuntándose como el mejor de los actores de toda una generación muy concreta.


Y un apunte final: atención a la pelirroja Lynn Collins, la Portia de Michael Radford. Aparte de una presencia atractiva e interesante, la chica realmente promete.

17.10.05
Sitges en 5 imágenes (The End)
Con la siguiente colección de fotos, doy por terminada mi rauda misión en las costas del Garraf. Mañana esta página volverá a su normalidad habitual. La cartelera cobrará una relevancia especial y, ¡cómo no!, retomaré lo de Ustedes Lo Han Querido... Y eso que pronto toca un Bergman (Persona)... ¡y me da una pereza espantosa!
Esta especie de mini croissant, picante como un
diablo, fue de los pocos canapés comestibles en la
cena de inauguración... ¡Imagínense el resto!
Quien quiera helado... que se tire al suelo. Tal cual.
La alimentación, en Sitges, está por las nubes...
aunque se coloque la comida a ras de suelo.
Y los encopetados incluso se agachaban por
conseguir una mísera ración...
¡Se han perdido las buenas costumbres!
Mireia Ross: toda una musa del destape a finales de
los 70 y una simpatiquísima y agradable dama en el
2005. Aún no entiendo que significa esa chapa
numérica que llevaba en la solapa.
La Extraña Familia. La señora pelirroja no es
Aramís Fuster. Según nos contó, se trata de una
escultora especializada en moldear estatuas de
hombres desnudos. Una fauna peculiar, sí señor.
El del centro es el Doctor Muerte (no se fíen de él
aunque lleve colgado un estetoscopio) y su
acompañante, el de la barba, un pariente lejano del
entrañable profesor Shorofsky.
16.10.05
Sorprendido por Mateu (La Extraña Pareja)

15.10.05
Cine en 30 segundos
Se trata de Angry Alien Productions. Unos conejos animados son los protagonistas de varias películas. Pero, ¡cuidado!, no se trata de películas cualesquiera, ¡qué va! El Resplandor, Tiburón o Alien, entre otras muchos, son algunos de los títulos elegidos para que esos animalillos, en menos de 30 segundos, representen las constantes más recordados de los mismos.
Entren y pasen una tarde de sábado en compañía de clásicos "diferentes". Pulsen sobre la imagen del conejo en el momento en que les apetezca cruzar el espejo. Les aseguro que conocerán otro mundo, similar al nuestro aunque un tanto distorsionado. Vale la pena el viaje.

13.10.05
El fantasma y la callista

¿Qué decir de Balagueró? Este hombre tuvo un inicio, en el campo de los largometrajes, ciertamente esperanzador. Los Sin Nombre significó su debut. La película bebía directamente de la fuente de Seven y de la estética oscura de Expediente X (muy de moda en esa época), La historia era sorprendente, bien narrada y, en parte, original. Pero lo que más destacaba de la misma era el cuidado y atractivo tratamiento de la imagen, así como la impactante manera de crear atmósferas y ambientes opresivos y sombríos. Darkness, su siguiente film, fue la primera decepción: un producto tratado al estilo del star system norteamericano y realizado para vender directamente al público de ese país. Un producto sin pies ni cabeza que, a través de un cocktail un tanto forzado -en el que se mezclaban diversos títulos ya clásicos en el género fantástico- intentó construir un argumento que no se aguantaba por ninguna parte. Mucho artificio y poca chicha.
Frágiles ya es otra cosa, aunque igualmente fallida. No tan falsa como Darkness, apuesta por una revisitación de aquellos títulos en los que grandes y viejas mansiones están poseídas por un espíritu maligno. El edificio, en este caso, se trata de un viejo hospital infantil en el que, a punto de ser cerrado al público, empezarán a sucederse extraños y violentos fenómenos paranormales.

El resto es lo de siempre. No hay sorpresas, aunque sí varios sustos bastante bien planificados; pero tramposos. Balagueró juega bien su planteamiento. Sabe crear situaciones tensas, domina la imagen como nadie y demuestra estar seguro tras la cámara. Estética y técnicamente, Frágiles es un título impecable que se apoya en sus momentos más tensos, de manera inteligente, en la maravillosa banda sonora de Roque Baños, éste último cada vez más cercano al estilo de Bernard Herrmann a la hora de afrontar sus personales y compactas orquestaciones. El desarrollo de la historia funciona, hace creíble lo increíble e, incluso, tiene su pequeño toque gore que no pienso desvelar. Domina el género y le saca el máximo provecho a la Calista, la imponderada Ally McBeal. Tanto respeta el nombre de la serie que la lanzó a la fama que incluso aquí la bautiza como Amy. De Ally a Amy hay un solo paso en el abecedario. Y ella, a pesar de haberse operado el rostro de manera desorbitada (deshinchándose un tanto esos labios que parecían inmensas salchichas de frankfurt), cumple con su rol perfectamente, cosa que no ocurre con la forzada interpretación de la española Elena Anaya.


12.10.05
Desde otro ángulo
Siempre queda un consuelo para paliar la decepción. Y éste ha sido el poder observar, desde otro punto de vista distinto, a un señor bajito que, al igual que un servidor, asistió a la cena de inauguración.

11.10.05
Goodbye Sitges
Normalmente, la organización del Festival ha sido siempre el caos más desorganizado de todos los certámenes cinematográficos habidos y por haber. Pero en esta ocasión he descubierto que, de ese mismo caos, se han contagiado algunos de los asistentes habituales al evento.
Quizás haya sido debido al cansancio acumulado por acudir a Sitges desde hace mucho tiempo. Quizás haya sido culpa de que, psíquica y mentalmente, no fuera el año más apropiado para mí. El caso es que Sitges y alguno de sus satélites me han sobrepasado. La cuestión es que no he aguantado en el lugar más de dos días. La paz y la intimidad de mi domicilio me han acabado tentando más que el jolgorio festivalero y la mala milk de ciertos personajes (o personajillos).

El objetivo de disfrutar se vio bastante mermado por culpa de algún diablillo que, con aspecto de Ernest Borgnine, es capaz de trastornar al más pintado.
De todos modos, en estos dos días fugaces, con excesivas horas obligadas a la intemperie y poco tiempo para descansar, también han habido momentos inolvidables: la cena inaugural al lado del profesor Shorofsky y compañía, el encuentro con el colega REFO (con el cual nos intercambiamos nuestras propias gafas) o un pase de prensa al lado de centenares de niños, han sido algunos de ellos.
Por hoy no les molesto más. Durante esta semana les iré contando alguna que otra anécdota y, el fin de semana, les colgaré un post gráfico de lo más curioso y spauldiniano.
A la buena gente que, año tras año acude a Sitges (que de haberla hayla y en cantidad) un besazo en la frente. Y a todos ustedes también, por aguantar mis manías y tozudeces y, sobre todo, por seguir leyéndome.
8.10.05
Juegos de Otoño (II)
El de hoy (y sirve ya como pista) va encaminado hacia el cine fantástico. Mañana empieza el Festival de Sitges. Ésta será una semana extraña en la que viviré un poco a salto de mata. No podré estar todos los días, aunque intentaré cubrir lo máximo posible lo que ocurra en ese pueblo costero. No se extrañen si algún día notan mi ausencia en esta página, pues el cansancio de bajar y subir, casi a diario desde Barcelona, acabará gastándome un poco las pilas.
Vayamos al grano. Aquí tienen una fotografía de la película incógnita y una frase alusiva a la misma.

6.10.05
Siete hombres sin piedad

Jamás llegué a ver la obra de Galcerán, con lo cual, a pesar de tener excelentes referencias sobre la misma, no puedo entrar en la polémica creada en los últimos días a raíz del estreno del film. Según el escritor teatral, el guión cinematográfico, confeccionado por el propio Piñeyro y Mateo Gil, se aleja totalmente de las intenciones del libreto original. Por lo que parece, sólo coge la idea principal y, a partir, de ahí navega a su libre albredío. Las quejas de Jordi Galcerán pueden ser ciertas pero, tal y como decía el desaparecido Manuel Vázquez Montalbán, desde el momento en que alguien vende los derechos de su obra ha de aceptar plenamente los cambios que su nuevo propietario pueda hacer sobre ella. Y la verdad es que el padre de Pepe Carvalho nunca llegó a despotricar de la irregularidad de la mayor parte de las adaptaciones cinematográficas y televisivas que sufrieron sus textos.
Centrándome ya en el film -y aparcando a un lado la controversia-, no se puede negar que éste está cargado de buenas intenciones. El Método carga, con bastante mala leche, contra los nuevos sistemas de selección de personal en muchas de las empresas actuales. Para ello reúne, en torno a una mesa, a siete personajes (dos mujeres y cinco hombres) dispuestos a conseguir –al precio que sea- una sola y codiciada plaza para un puesto de relevancia dentro de una sofisticada entidad. A estos se les someterá a varias pruebas, todas ellas de un nivel ciertamente cínico y peligroso para la salud mental, que los irá eliminando, de manera sistemática, uno a uno. La cuestión es que gane el más perverso; el que tenga menos escrúpulos.

Pero la película de Piñeyro se queda aquí, en su primera hora. De golpe y porrazo, toda esa estructura perfectamente montada, tanto de guión como interpretativa, se hace añicos. La credibilidad que ofrecía hasta ese instante desaparece por completo. Esas cartas, tan bien barajadas y meticulosamente expuestas en su apartado inicial, se desmoronan como un castillo de naipes. Una situación demasiado exagerada (y absurda) acaba con la aparente seriedad. Un descanso en el juego, una visita al lavabo y una paja a destiempo son algunos de los fallidos y forzados ingredientes que se encargan de acabar con el buen ritmo de la propuesta.


5.10.05
"V"

Es innegable que el hombre sabe poner la cámara. Tiene oficio. Y eso se nota en Obaba. Retrata los ambientes rurales mejor que nadie. Juega con esa carencia de tiempo, un tanto bucólica, que existe en la mayoría de pequeñas aldeas españolas. Y lo utiliza tan bien que, esa falta de ritmo, acaba contagiando al espectador. La somnolencia parece uno de los rituales de la filmografía de Armendáriz. Y en este trabajo, abusa tanto de esa lentitud que acaba convirtiéndose en algo irritante.
¿Qué es Obaba? Obaba es un minúsculo pueblo enclavado en medio de las montañas del norte de España. Sus habitantes son un tanto peculiares, igual que las historias que les envuelven. Una joven estudiante de audiovisuales, para realizar una de sus prácticas académicas, se instalará en la población durante unos días. Allí hablará con los vecinos, les filmará y entreabrirá sus secretos más profundos. Obaba le atraerá y la atemorizará a partes iguales. Sin embargo, acabará descubriendo que, tras algunos de secretos que esconden ciertos vecinos, existe algo mágico y encantador que hará que Obaba se convierta en uno de los puntales de su propia existencia.

Las viejas leyendas que se han apoderado de la población van asomando poco a poco. "Los lagartos entran por la oreja de las personas y les comen el cerebro", asegura una de las mujeres del lugar. El halo fantástico y casi sobrenatural, que envuelve al film en sus primeros minutos, desaparece muy pronto. El director vuelca su poca inspiración en contarnos tres hechos del pasado que han marcado a algunos de los habitantes de Obaba. De este modo, la antigua maestra, sus alumnos y un alemán afincado en el pueblo, acaban convirtiéndose en los ejes principales sobre los que se sustenta su mínimo (por no decir inexistente) argumento. Y todo lo cuenta sin fuerza alguna, de manera casi mecánica; sin emoción; casi con desgana.

Suerte ha tenido el director del buen plantel de actores de los que se ha rodeado, los cuales, por sí solos, salvan muchos de los pasajes de Obaba. Todos están perfectos, desde Pilar López de Ayala (la moderación interpretativa hecha mujer), como la maestra solitaria, hasta la sobrecogedora composición de Héctor Colomé, dando vida a un inquietante personaje, reservado y amante de los lagartos. Incluso Juan Diego Botto, a pesar de su corta colaboración, parece más controlado de lo normal (quizás porque se trata de eso: de una corta colaboración). Lástima, de todas maneras, de Eduard Fernández -uno de los mejores actores del panorama actual-, el cual, en esta ocasión, ha optado por desmadrarse en exceso a la hora de afrontar el papel de un hombre amargado y violento que arrastra, en sus entrañas, el remordimiento causado por un funesto suceso ocurrido en su adolescencia.

Spot
Espeluznante, ¿verdad? De las películas les hablaré durante estos días. De una de ellas, esta misma noche. Pero ahora me parece necesario resaltar ese spot, pues al mismo tiempo es el que promociona la edición de este año del Festival de Sitges que, por cierto, empieza el próximo domingo día 9.
En esta ocasión el leif motif que mueve todas las promociones del certamen es el Tiburón de Spielberg. Tal y como ya les comenté hace un tiempo, el bichejo marino cumple la friolera de 30 años. Y el anuncio citado aprovecha la figura del cetáceo, la tensa música de John Williams y el ambiente playero del film, para recrear una pequeña historia francamente sorprendente. Tan sorpresivo resulta que incluso me llegué a identificar con el monstruo en cuestión. Si lo pillan estos días en algún cine, disfruten con la ingeniosa propuesta. Muchos largometrajes actuales ya querrían tener el nivel de originalidad de este spot publicitario.

3.10.05
El Ceniciento

Sin lugar a dudas, este biopic pugilístico está mucho mejor acabado y pulido que el anterior trabajo –inexplicablemente oscarizado- del tándem Howard-Crowe, Una Mente Prodigiosa. Mientras Cinderella Man anda por unos derroteros mucho más aceptables (empezando por el excelente trabajo del actor), la biografía del matemático esquizofrénico John Nash se perdía en medio de la histriónica e insoportable labor de Crowe (también con Oscar) y, al mismo tiempo, estaba dotada de un guión tan poco creíble como lamentablemente aburrido.
Cinderella Man narra una historia típica y tópica. Un producto que no esconde sorpresa alguna pero que, en contra de lo esperado, se deja ver con cierto agrado. Una especie de déjà vu que funciona a la perfección, gracias a la formalidad escénica y narrativa que en este caso ha empleado Ron Howard. Teniendo en cuenta que se trata de un realizador muy poco arriesgado (y, en exceso, sobrevalorado), se trata de uno de sus títulos más redondos y soportables; cosa que, por otra parte, no es mucho decir.


De todos modos, ese esfuerzo en ir más allá queda un tanto superficial; muy de cara a la galería. Y lo peor de todo es que la película ha de aguantar un par de defectos capaces de derrumbar toda su endeble formalidad. Por un lado está el exagerado y malicioso personaje de Max Baer (interpretado por Craig Bierko), un púgil sanguinario que parece escapado de las páginas de un tebeo barato. Y por el otro, el peor error de todos, se encuentra en la irritante presencia de ella, la Zellweger, una mujer que, en cada una de las escenas en las que sale, quiere convertirse -contra viento y marea- en el centro de atención del espectador, a pesar de que para ello tenga que hacer mil y una muecas diferentes y robarle planos a un controlado y mesurado Russell Crowe. ¿Por qué esa chica no se retira de una vez del cine?

2.10.05
¡México lindo!
He visto cientos de fotografías. Salto de ¿Está Grabando? a El Perfume y, de éste, paso a otro ejemplar álbum de imágenes confeccionado, igualmente, por los propios figurantes del film. Pero el obispo Spaulding no aparece por ningún lado. Tendremos que esperar al estreno de la película... aunque allí salga con la vestimenta descoyuntada y por los suelos.
Pero, el otro día, en uno de esos links, el de El Perfume, me topé de frente con esa linda mejicana con la que me tocó en suerte compartir cartel. Les dejo con su foto. De las dos chicas, en concreto, es la que tiene la calabaza entre sus manos.

1.10.05
Juegos de Otoño (I)
El estío ha terminado, por lo tanto el nombre de esta sección cambia un poco. Inaugurados quedan pues -siguiendo el mismo sistema de antes-, los interesantísimos Juegos de Otoño. La novedad radica en que, respecto a los anteriores, no hay novedad alguna. O sea, un fotograma de una película y una frase alusiva que les ayude a adivinar de cual se trata.
Sin más dilaciones, ¡vayamos al grano!
