

Tal y como indica su propio título, el film está orquestado como un personal homenaje al cine de Alfred Hitchcock, aunque la verdad es que en ese aspecto no resulta muy original. Al igual que otros directores que han intentado el mismo tipo de guiño cinéfilo se queda en lo más básico, sin atreverse a arriesgar demasiado. O sea, el eterno problema del grueso fílmico de Argento: la creación de guiones que resulten mínimamente verosímiles. Mediante un sinfín –forzadísimo- de referencias directas y evidentes a productos clave de la filmografía del director británico, edifica la historia por la que transcurre Ti Piace Hitchcock?. Así, para narrar los pinitos como detective aficionado de un joven estudiante de periodismo –dispuesto a descubrir al asesino de una vecina de un inmueble cercano-, adorna su trama con persistentes y baratas alusiones a productos como Extraños en un Tren y La ventana Indiscreta.
Un voyeur espiando a sus semejantes desde una ventana (con pierna escayolada incluida) o una escena de violencia filmada íntegramente en el interior de una bañera, son las primarias (y poco ingeniosas) ideas con las que Argento homenajea a uno de los cineastas que más han influido en su carrera. Y lo peor de todo es que, más que a Hitchcock, acaba pareciéndose a un film de Brian de Palma en horas bajas.
A pesar de los pesares y teniendo en cuenta que se trata de un telefilm, éste acaba siendo entretenido. Más que por su cuestionable (o nula) credibilidad, por la elección de unos actores de tres al cuarto o por la creación de un guión tramposo y plagado de cabos sueltos (como ocurre con el nunca aclarado personaje del propietario del vídeo-club), funciona a muy buenos niveles cuando el realizador romano muestra su parte más gótica y funesta, dosificando a la perfección el suspense y apoyándose, para ello, en la excelente banda sonora compuesta por Pino Donaggio quien, con sus acordes y el múltiple uso de instrumentos de cuerda, nos hace rememorar las melodías que Bernard Herrmann compuso para don Alfredo.
Si a usted también le gusta Hitchcock, remítase a los originales... por mucho Dario Argento que firme esta película.
7) La fotografía de la película ha de ser muy oscura, exageradamente tenebrosa. La ambientación intemporal, para que el espectador nunca sepa si se trata de un film futurista o del pasado. Es indispensable que la mayor parte de sus pasajes sean tratados de manera onírica. La mezcla entre realidad y sueño nunca falla: le dará prestancia a su producto.
8) Nunca han de quedar claras las intenciones por las que Ladoire mata a tantos puercos. Todo ha de ser confuso, aunque con sus actos (y siempre pensando en el espectador más curtido e inteligente) ha de apuntar sibilinamente hacia cierta crítica de la sociedad actual. El abuso del precio del jamón tras la instauración del euro, la similitud entre las pocilgas y los consejos de ministros o el malestar de los payeses por sus condiciones de trabajo, han de convertirse en segundas lecturas escondidas tras los crímenes cometidos por tan pusilánime leproso.
9) No se olvide jamás de colocar alguna que otra referencia a una posible rebelión de las máquinas (la aparición de una lavadora con voz propia o de un secador de pelo fabricado con piel de gallina, son dos buenas y alegóricas imágenes sobre el tema).
10) De vez en cuando, sin abusar demasiado, haga que algunas de las protuberancias e hinchazones de Ladoire vayan explotando. Un manchón de pus sobre un espejo siempre resulta de un efectismo tremendo. Y más si el impacto de la secreción va acompañado de un contundente efecto sonoro; algo así como un flashpruffffshi compuesto con la ayuda de un teclado electrónico. Con esa supuración expulsada a mucha velocidad contra el cristal, conseguirá una ingeniosa alegoría en la que el ser humano como individuo, único e intransferible (el pus), se vea reflejado (el espejo) como una partícula más de la ponzoñosa sociedad en la que se ve inmerso.
11) El final ha de ser inconcreto. Muy inconcreto. Le propongo una plano picado y alejándose hacia atrás en el que Ladoire, hecho trizas y con todos sus pellejos levantados, esté follando de nuevo con la leprosa. El marco escenográfico ha de ser el interior de una pocilga, mientras varios cerdos observan como copula la pareja. Ella, la leprosa, ya estará sanada: ni una sola llaga en su cuerpo. Y la cola de cerdo que la caracterizaba habrá desaparecido por completo.
Con estos ingredientes habrá logrado una película de culto, de esas que aguantan años y años en sesiones golfas de fines de semana. Centenares de internautas dedicarán páginas exclusivas a su título. Y tras unos diez o doce productos más con constantes similares, podrá filmar una obra maestra en la que no habrá ni una sola purulencia.
Fresca como una rosa, guerrera como en los tiempos en que sentía celos de Jane por esos arrumacos que le daba a su Tarzán, la semana pasada recibió un galardón de manos de Antonio Trashorras, el director del Festival Internacional de Cinema de Comedia de Peñíscola. Un premio honorífico en reconocimiento a los gags que la estrella simiesca aportó al mundo de la comedia cinematográfica.
Hasta hace cuatro días, Chita fumaba algún que otro cigarrillo y tomaba una copa diaria de güisqui. Seguro que en esos pequeños detalles se esconde el secreto de su eterna juventud. Ahora ni fuma ni bebe; mal asunto.
Ayer, me armé de valor y la llamé por teléfono para felicitarle por su merecido galardón:
- Felicidades, Chita – le espeté al descolgar ella el teléfono.
Un silencio sepulcral al otro lado de la línea. Sólo oí un respirar entrecortado y débil.
- Chita, soy Spaulding. I am Spaulding
El corazón me dio un vuelco, pues esa mona, privada de su nicotina y de su ración diaria de alcohol, a sus 74 años (que, para un simio, es decir muchos años), lanzó un profundo mensaje que debería quedar grabado en la memoria de todos ustedes. Tomen nota del mismo:
- ¡¡¡¡¡uuuuuuhhhhh!!! ¡¡¡uhhhhhh!!! ¡¡¡uuuuuuh!!!...... ¡uh! ¡uh! ¡ungh!
¡Que sabia es Chita!