22.11.07

¡A la mierda!


Su aspecto desaliñado, una gigantesca y espesa barba y su carácter gruñón y adusto, fueron los rasgos más característicos del Fernando Fernán Gómez de los últimos años y que tan bien perfiló el dibujante Vizcarra en su caricatura. Un hombre capaz de enviar a la mierda a un admirador suyo en busca de autógrafos o, por el contrario, de defender en una rueda de prensa, aunque fuera a través de mil y un improperios, el discutible estado actual del cine español. Él era así. Tras ese aparente mal genio, se escondía una de las cabezas pensantes más grandes de nuestra cultura.

De hecho, ese carácter disperso e insolente ya le venía marcado por su ajetreado nacimiento, suceso que tuvo lugar el 21 de agosto de 1921 en Lima (Perú) y que, debido al trabajo itinerante de su madre (una mujer también dedicada al espectáculo), acabó siendo inscrito en el registro civil de Buenos Aires, conservando la nacionalidad argentina hasta que se nacionalizó como español en 1970.

Escritor, dramaturgo, actor, director e, incluso, miembro de la Real Academia Española desde el año 2000. Múltiples fueron las facetas de un maestro que empezó, en eso del cine, allá por 1943 e interpretando, a partir de entonces, papeles de todo tipo, hasta que esa pareja feliz formada por Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga le contagiaron el gusanillo de la dirección. En este campo realizó una treintena de films. Muchos de ellos fueron productos banales, de pura subsistencia, aunque coló unos cuantos que iban más allá de los discutibles intereses políticos de un país gris y marcado por el franquismo: La Vida Por Delante y La Vida Alrededor son dos buenos ejemplos de ello, aunque su obra maestra y película maldita durante mucho tiempo fue El Extraño Viaje; cinta que relataba, a través de una elevada dosis de esperpéntico humor negro, un asesinato verídico ocurrido en la España mesetaria de los años 60 y en la que despuntaba el buen hacer, como actor, de un más que sorprendente Jesús Franco.

Se paseó como Pedro por su casa por el cine de gente como Saura, Armiñán, Érice o Berlanga, entre otros, consiguiendo un sinfín de interpretaciones emblemáticas y entrañables, de las de pura cepa, como la de ese inolvidable profesor republicano al que daba vida en La Lengua de Las Mariposas de Cuerda o la del enfermo terminal que, En la Ciudad Sin Límites y hospitalizado en una clínica parisina, maldecía su vida por no haber sacado a la luz pública ciertas vivencias del pasado. Sin contar sus múltiples apariciones en programas y series televisivas, llegó a formar parte del reparto de más de 150 largometrajes.

O sea, unos 150 personajes distintos que consiguió hacer suyos al cien por cien, desde ese seminarista fachenda de la moralista y cutrona Balarrasa hasta ese anciano, ex catedrático, que desesperado optaba por convertirse en el esclavo de uno de sus antiguos alumnos en Stico.

En 1986, como actor, guionista y también director, con el estreno de El Viaje a Ninguna Parte inició su imparable carrera como acaparador de Goyas. En ese título, mezclando el melodrama con la comedia coral, retrató a la perfección los peregrinajes de una compañía ambulante de cómicos en la destartalada España de los 50.

Es tan largo y amplio el legado de Fernando Fernán Gómez que un simple post como éste no da para nada. Su figura, su trabajo y sus claras influencias en el mundo de la literatura, del teatro y del cine, serían temas dignos de un estudio en profundidad. Y es que un hombre que, durante ese atropellado viaje a ninguna parte, descubrió a un zangolotino en la figura de un incipiente Gabino Diego, bien merece esto y más; mucho más.

Un pedazo inmenso de la cultura y las artes de nuestro país nos acaba de abandonar. A pesar de ello, nos deja al cuidado de las dos mujeres de su vida (María Dolores Pradera y Emma Cohen) y de un montón de películas, textos y opiniones que conservar.

Hoy, desde que me he levantado, no ceso de mirar al cielo con cierto recelo. Las incontables veces que desde ayer llevo gritándole en silencio un claro y rotundo “¡a la mierda!”, me hacen sospechar que pronto va a caer una fuerte tormenta sobre nuestras cabezas.

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