19.11.07

En el calor de una ciudad fría (y II)

El sábado Manresa amaneció con un sol espléndido y un frío considerable. Tras recuperarme de los excesos de la noche anterior con la ayuda de un croissant y un cortadito, me dispuse a ver la primera película del día. Se tratataba de un documental imprescindible (aunque un pelín alargado) para conocer, de cerca, las malas artes de uno de los personajes más sombríos del panorama político mundial: Vladimir Putin. El Caso Litvinenko es su título y, como bien indica, repasa los hechos que llevaron al envenenamiento con Polonio 210 de Alexander Litvinenko, un espía de la FSB (la agencia que sustituyó a la desaparecida KGB) que denunció públicamente la corrupción del gobierno Putin. Un film bien documentado y conducido por su propio realizador, Andrei Nekrasov, un periodista que tuvo la oportunidad de entrevistar al ex espía en su exilio londinense poco tiempo antes de morir.

Sin apenas tiempo para fumar un cigarrillo, acto seguido se proyectó La Sombra del Reino, un título a punto de estreno en salas comerciales que denota lo peor y más fascistoide del cine norteamericano de toda la vida. La prepotencia imperialista y la falsa moral, son los ejes sobre los que discurre una historia política-bélica-policíaca en la que la investigación, en Arabia Saudita, de un cruento atentado terrorista a una colonia norteamericana, pondrá en aprietos a cuatro experimentados agentes del FBI recién llegados al lugar. Dirige Peter Berg (el mismo de la gamberra Very Bad Things, un producto diametralmente opuesto a éste) y su protagonista principal es un insoportable Jaime Foxx que parece empecinado, contra viento y marea, en demostrar que no es tan buen actor como dio a entender en Collateral y Ray. En esta ocasión, ha construido su personaje a partir de una dolorosa mezcla entre Wesley Snipes y Denzel Washington.

Tal y como dijo mi mujer, al acabar la película y con toda la razón del mundo, “es como las de indios de antes pero en mala”. Y es que por ejemplo, en esas, John Wayne no llevaba un chupa-chups a mano para ofrecerselo a un niñito indio tras haberle exterminado a media familia, tal y como hace Jennifer Garner con un pequeñajo, en La Sombra del Reino, después de cargarse a un montón de árabes insurrectos. Y es que, las de antes, no aburrían y tampoco solían caer en pasajes tan ridículos como le ha ocurrido a Berg.

Tres de la tarde. Comida en compañía de la mayoría de invitados y acreditados del Festival. Una agradable sobremesa de lo más familiar me lleva hacia el hotel a descansar un poco. Otros, en cambio, se encaminan al cine para conocer a Mr. Brooks, un irregular y fallido thriller que ya tuve ocasión de ver (y comentar) durante mi estancia en el pasado Festival de Sitges.

El resto del día, hasta la hora de la cena, me lo pasé visitando la exposición itinerante El Hacedor de Cuentos: El Arte de Guillermo del Toro -comisariada por el valenciano y buen amigo Antonio Busquets-, y la interesante y muy curiosa Tintín en Manresa. Allí es cuando me enteré, gracias al todoterreno Kop (vice-presidente del certamen), que la empresa francesa Wild Bunch, productora de Film Noire (la película de animación que tenía que clausurar el domingo la fiesta cinematográfica), les había prohibido a última hora proyectarla, alegando para ello algo tan absurdo como el no tener aún distribución en España.

Un Pizza Cuatro Quesos fue el plato elegido para cenar en compañía de mi esposa y Carlos Pumares. Una velada divertida (como todas las que he vivido al lado de ese ingenioso caballero) en la que hicimos un buen repaso a muchos clásicos del cine y, a pesar de nuestros puntos de vista ideológicamente divergentes, vapuleamos a gusto ciertas cuestiones políticas y sociales de actualidad, recibiendo un varapalo muy especial el affair AVE y cercanías de Barcelona. Una noche que termino, sobre las tres de la madrugada, en un pub cercano al hotel y en donde tuve el placer de demostrar mi agradecimiento a los responsables del Festival por el buen trato recibido durante todo el fin de semana Un par de cubatas, unos cuantos bomboncillos más y la promesa de volver el próximo año a Manresa (y a poder ser, cubriendo el Festival al completo) me llevaron directamente a la cama.

Aún sin saber que la película ganadora sería Muerte de un Presidente (el documental ficticio sobre un hipotético atentado mortal al presidente Bush) y que la compacta Paha Maa (Frozen Land) tendría que conformarse con una merecida mención especial del jurado en el Palmarés de este año, ayer por la mañana abandonábamos esa tierra tan hospitalaria para regresar a la polución atmosférica y acústica de Barcelona.

No hay comentarios: