El director italiano Stefano Sollima (hijo, para más
señas, del realizador Sergio Sollima) se embarca en un thriller de
connotaciones políticas que, ambientado en la Roma del año 2011, nos muestra
las especulaciones que llevan a cabo un grupo mafioso de la ciudad, con la
complicidad de algún que otro senador, para convertir el barrio romano de Ostia en un
nuevo complejo urbanístico, lleno de casinos, similar a Las
Vegas italiana. Su título: Suburra, una clara referencia a un barrio de la antigua Roma,
plagado de antros y prostíbulos, en donde los políticos de la época se reunían
en secreto con criminales para urdir planes ciertamente maquiavélicos.
La historia y su puesta en escena son francamente
contundentes. Sollima, en su narración, no deja títere con cabeza. Por la
pantalla circulan todo tipo de raras avis: sacerdotes, el mismísimo Papa,
mafiosos, gitanos, prostitutas de lujo y, cómo no, politicastros dispuestos a
vender a su propia madre sin con ello sacan tajada de algo.
Suburra es violenta, seca y terroríficamente real.
El episodio que se muestra, por momentos, es ciertamente escalofriante ya que,
en muchos aspectos (demasiados, por no decir todos), nos recuerda a sucesos
ocurridos en nuestro propio país. Para ello, el realizador romano, no se
muestra en absoluto rácano a la hora de enseñar al espectador, directamente y sin tapujos, los diversos aspectos -a cual más oscuro- que se van construyendo
alrededor de un sinfín de personajes a cual más putrefacto.
Enmarcada en una Roma en plena decadencia (que,
repito, muy podría haber sido rodada en Madrid), la película parte de la muerte
accidental de una prostituta menor de edad durante una sesión de sexo
triangular con un senador quien, intentando esconder lo ocurrido, contará con la
ayuda de otra profesional y un sicario para deshacerse del cuerpo. A partir de ese
punto, toda la mierda que envuelve al político, empezará a removerse de forma
impetuosa, llegando a salpicar hasta al mismísimo apuntador.
Chantajes, crímenes, corruptela, venganzas,
traiciones y un mucho de tensión dramática. Y la lluvia, una constante lluvia
que cae sin apenas descanso sobre las calles de Roma en pleno mes de noviembre,
se convierte en uno de los principales protagonistas de un relato casi tan real
como la vida misma.
No se la pierdan. Precisa y densa. Y no se corten a
la hora de establecer paralelismos con ciertos episodios vividos en la España actual gobernada por pepistas herederos de la vieja Suburra.
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