16.9.16

Nadar y salvar la ropa en pleno bombardeo


Diez años después de su debut con la irregular Bosque de Sombras y tras varias incursiones televisivas, el realizador bilbaíno Koldo Serra, vuelve a la carga con Gernika, un film que, al igual que en su ópera prima, peca de no poner toda la carne en al asador y acaba convirtiéndose en un largometraje sin fuerza ni carisma alguno.

Es una lástima que contando con un tema tan interesante como el del bombardeo de la Legión Cóndor alemana sobre el pueblo vizcaíno de Guernika (que nunca anteriormente se había llevado al cine), el director vasco se quede a medias tintas en todos sus aspectos, excepto en el técnico, ya que lo único sobresaliente de su trabajo son las contundentes y bien filmadas escenas del susodicho bombardeo.

Para empezar y siendo un tema tan delicado, el director vasco juega a nadar y guardar la ropa. Tratándose de dos bandos enfrentados, el republicano y el nacional, no toma partido por ninguno de los dos, dejando a entender (de forma errónea y altamente molesta), que tan malos eran unos como los otros, lapidando buena parte de su metraje con una insustancial historia de amor entre una editora de la oficina de prensa republicana y un periodista norteamericano en labores de corresponsal en tierra española; una historieta romanticona más cercana a las pretensiones de series televisivas al estilo de Amar en Tiempos Revueltos que a un film mínimamente serio sobre uno de los temas más polémicos sucedidos durante la Guerra Civil española. En un extremo, sin profundizar en absoluto y de forma bastante insultante, deja una mínima constancia de la presencia de los ejércitos italianos y alemanes en pleno conflicto bélico.


No contento con mantenerse feamente distanciado del conflicto real y político que se esconde tras la historia verídica, cuenta con la paupérrima labor de un grupo de actores ciertamente poco inspirados. María Valverde parece no sentirse nada cómoda en la piel de la periodista republicana Teresa a través de una fría e inexpresiva actuación totalmente alejada de otros trabajos suyos más contundentes, como los que hizo para La Flaqueza del Bolchevique o A Puerta Fría, mientras que su partenaire masculino, el británico James D’Arcy (físicamente una especie de Anthony Perkins venido a menos), hacer clamar a los cielos por su patética interpretación.


Mucha técnica pero nada de inspiración argumental y mucho menos interpretiva. En definitiva, un despropósito sin consistencia alguna que se muestra incapaz de añadir nada nuevo a un cruento bombardeo que llevó a la Segunda República española a encargar la confección de un cuadro sobre el tema a Pablo Picasso para ser expuesto en la Exposición Internacional de París en 1937.

No hay comentarios: